JORNADAS INTERNACIONALES DE LITERATURA PARA NIÑOS Y JÓVENES
Estuve durante todo el fin de semana participando de estas jornadas y me parece
interesante compartir con ustedes algunos conceptos, que considero
fundamentales para la formación de un docente. Entre las múltiples ponencias
que he grabado, rescato esta. El trabajo de tipear una grabación es bastante
árduo, de modo que iré haciendoles llegar este material poco a poco….
LOS LIBROS PERTURBADORES EN LA LITERATURA PARA
NIÑOS por
Fanuel Hanán Díaz (Venezuela)
Fanuel Hanán Díaz (Venezuela)
Les comento que se trata de un conocido crítico e investigador literario
venezolano. Se licenció en Letras en la Universidad Católica
Andrés Bello. Durante varios años trabajó en el Banco del Libro de Venezuela,
como director del Departamento de Evaluación de Libros para Niños y Jóvenes, y
como coordinador editorial de la revista Parapara. Fue dos veces
becario en Munich (Alemania), donde investigó sobre libros antiguos para niños.
El fruto de ese trabajo en parte está incluído en su libro "Leer y
mirar el libro álbum: ¿un género en construcción?" (Grupo Editorial
Norma, 2007).Les recomiendo que lean en este mismo blog una entrevista
publicada en EDUCAR y que la pueden
encontrar haciendo doble clik en donde
dice LIBRO ALBUM PÁGINA PRINCIPAL
El escritor venezolano empezó su ponencia diciendo:
Me gustaría explorar
esta categoría de libros perturbadores que considero poco
tratados e incluso
parcialmente marginados en la literatura infantil. Aquellos que
producen una sensación
de inestabilidad en la mente del lector, que dejan
sensaciones amargas y
que a veces pueden causar conmociones en nuestra psique
porque son devastadores.
El riesgo que representa
navegar estas aguas puede generar enormes
turbulencias porque hay
territorios que se comparten con otras categorías como el
horror, la trasgresión y
lo extraño. Por eso, voy a tratar de marcar fronteras para lograr
una aproximación al tema
que nos ocupa, no sin antes advertir que ésta no es una
charla complaciente ni
tampoco luminosa.
Para acercarnos a la
perturbación es necesario tocar aspectos de la sombra
que son repulsivos,
violentos o intimidantes. No pretendo agotar esta discusión ni
llegar a verdades
inamovibles; probablemente ni siquiera haya suficientes elementos
para pensar que existan
tales libros perturbadores.
Lo que sí me parece conclusivo es reconocer que hay lecturas
escabrosas y desestabilizadoras, que el mundo de los libros para niños no es,
ni debe ser,enteramente idílico. Y que nosotros como mediadores debemos asumir
que esas
lecturas también son necesarias y benéficas, en la medida en
que nos hacen pensar y confrontarnos sin rodeos con aspectos que forman parte
de la compleja experiencia de
crecer y de vivir.
________________________Bordes y fronteras de la
perturbación
La idea de trabajar
sobre este tema tiene su origen en una imagen. Como
ustedes saben, desde
hace tiempo he estado investigando sobre la lectura de
imágenes, y uno de los
principios que articulan parte de la selección que propongo
para hacer ejercicios de
lectura visual está vinculado con la sombra.
Precisamente utilizo un
cuento clásico, la versión de Caperucita Roja de
Charles Perrrault. Al
final de esta historia, a diferencia de la versión recogida por los
hermanos Grimm, no viene
ningún leñador que rescate a Caperucita del ataque del
lobo… y podríamos decir
que este final, abrupto, instala una zona inquietante. No se
restablece el equilibrio
en esa lucha entre el bien y el mal, no hay un cierre de final
feliz.
Bruno Bettelheim propone
una lectura muy particular de este relato en su libro
Psicoanálisis de los
cuentos de hadas. No sólo plantea los conflictos edípicos de la
protagonista sino
también el propio deseo de ser devorada, lo que resulta aún más
inquietante. Abundantes
claves aseguran la interpretación de esta versión, no como un
cuento clásico de
advertencia sobre el peligro real de los lobos que merodeaban cerca
de muchos pueblos y
aldeas, sino como una metáfora de otro tipo de lobos: el hombre
seductor.
En realidad, Perrault
quería advertir sobre el abuso sexual. Leamos la
secuencia final de esta
historia:
“Caperucita Roja se
desnudó y se metió en la cama. Una vez dentro, al darse
cuenta de las hechuras
tan raras que tenía su abuela desnuda, se quedó
bastante sorprendida.
—Abuela, qué brazos tan
grandes tienes —le dijo.
—Son para abrazarte
mejor, hija mía.
—Abuela, qué piernas tan
grandes tienes.
—Para correr mejor, hija
mía.
—Abuela, qué orejas tan
grandes tienes.
—Para oír mejor, hija
mía.
—Abuela, que ojos tan
grandes tienes.
—Para ver mejor, hija
mía.
—Abuela, qué dientes tan
grandes tienes.
—Para comerte mejor.
Y diciendo estas
palabras, el lobo se abalanzó sobre Caperucita Roja y la
devoró.”
Quiero mostrarles dos
imágenes que acompañan esta secuencia; se trata de
las fotografías de Sarah
Moon para esta versión. En ella, el libro cierra con una doble
página donde podemos ver
una cama desordenada en un ángulo poco usual, bañado
por un juego de luces y
sombras que se desliza entre las sábanas insinuando
abiertamente un
intercurso sexual.
He querido utilizar este
ejemplo para ilustrar un aspecto vinculado con la
perturbación: cómo se
manifiesta de manera metafórica más que explícita en muchos
libros para niños. Pero
también cómo hay interferencias o coincidencias con otras
categorías del discurso
como el horror.
Los cuentos de hadas son
especialmente depositarios de esta riqueza de
contenidos arquetípicos
y ancestrales, escenas, motivos y neurosis que dan cuenta de
un aspecto
importantísimo que quisiera explorar como primera dimensión de la
perturbación.
El temor a lo
desconocido representa uno de estos miedos ancestrales. La
pérdida de la seguirdad
del hogar, el abandono y la separación de lo padres son
motivos angustiantes que
se hacen recurrentes en muchos cuentos tradicionales. En
los relatos donde los
niños son protagonistas, el sentido de esta separación puede
llegar a ser traumático
porque el personaje no cuenta con las herramientas suficientes
para afrontar la
supervivencia en un mundo hostil.
La desobediencia, un
motivo recurrente en estos cuentos, acarrea sanciones
que pueden resultar
desmedidas, como el abandono o la devoración. Penetrar un
bosque prohibido, tomar
un alimento ilícito o hablar con un desconocido instalan
algunas de las
advertencias que debe atender el héroe para lograr su destino.
En El pájaro emplumado,
una variante del conocido cuento Barbazul, una joven
que es secuestrada por
un brujo recibe la estricta prohibición de abrir una habitación.
Como prueba, le
encomienda un huevo y un manojo de llaves. Pero, como siempre las
mujeres tan curiosas,
ella decide abrir la puerta prohibida. Allí se encuentra con una
escena abominable:
“En medio de la habitación
había un enorme cubo ensangrentado lleno de
cadáveres descuartizados
y al lado un tajo con una brillante hacha encima.
Tuvo tal sobresalto de
horror, que el huevo se le escapó de la mano y cayó
dentro del cubo. Lo sacó
y le limpió la sangre, pero en vano: al instante volvía a
aparecer. Por más que
frotó y lavó, la sangre no se iba.”
Realmente esta historia
es escalofriante, y señala un aspecto de la psique
vinculado a la sombra:
el deseo de muerte o la muerte metafórica. De alguna manera,
penetrar una habitación
repleta de cadáveres descuartizados crea toda una
ambientación macabra,
que puede perturbar a cualquier lector, como la más
espantosa pesadilla.
Otro de los bordes que
quisiera perfilar antes de entrar en el territorio más
recóndito de la perturbación,
tiene que ver con la trasgresión. Precisamente, durante el
tiempo que he estado
pensando y construyendo ideas alrededor de este tema, he
comentado lo difícil que
resulta precisar cuándo un libro es perturbador y si realmente
podemos asegurar que son
suficientes como para formar parte de una categoría. Casi
siempre he encontrado
que gran parte de las respuestas y de los ejemplos que he
compartido en estas
conversaciones tiene que ver con la transgresión o la subversión,
lo que NO necesariamente
significa el planteamiento de conflictos que pueden
considerarse
perturbadores.
Allison Lurie, en un
divertido ensayo, No se lo cuentes a los mayores1, hace un
repaso por diferentes
formas de subversión que emparentan la auténtica literatura
infantil con la cultura
de la infancia, desde las rimas procaces de la tradición oral hasta
las irónicas respuestas
de Alicia en el mundo del espejo. Creo que, cada vez más, los
libros para niños
derrumban ese dique de contención que los adultos luchamos por
mantener incólume, bajo
el preconcepto de que los niños son inocentes y de que se
debe imponer una censura
que los proteja de ciertos temas y los mantenga alejados
de usos del lenguaje que
consideramos impropios.
Dentro de esta tendencia
encontramos la corriente de lo políticamente correcto,
que tanto ha sido
ironizada por James Finn Garnner en sus Cuentos infantiles
políticamente correctos.
Realmente una parte de los libros para niños que se
producen, y aquellos que
los niños quieren leer, son libros poco complacientes, son
libros que hablan de
temas difíciles y ubican al lector en medio de situaciones
controversiales.
Con seguridad, podemos
afirmar que ya no existen temas tabú. Que esa
distinción forma parte
de un pasado teórico reciente; que prácticamente todos los
temas han sido tocados
en diferentes versiones en los libros para niños, incluso
aquellos que parecieran
más restringidos, como el secuestro, el odio racial, el
matrimonio interétnico y
la depresión.
En este momento quisiera
contarles una historia que puede ayudarnos a fijar
esa frontera que se
traza entre la perturbación y diferentes formas de subversión,
emparentadas
generalmente con el humor. Quizás esta lectura nos permita explorar
otra arista del problema
que les planteo como un interrogante: cuando hablamos de
perturbación ¿nos
referimos a lo que perturba a los niños o lo que perturba a los
adultos? Es un asunto de
recepción sobre el cual espero volver más adelante.
El libro que les quiero
leer se llama Rey y Rey. (Rey
y Rey, HAAN, Linda, y STERN, Nijland. Serres. Barcelona, 2004./
No es necesario ahondar en el hecho de que
este libro claramente subversivo no representa una amenaza a la integridad
psíquica del lector pues plantea un tema de controversia, descrito bajo un tono
muy desenfadado y con un final bastante feliz.
No existe una
equivalencia, entonces entre libros transgresores y libros
perturbadores. Una vez
que hemos trazado unas coordenadas mínimas para separar
la perturbación de otros
territorios, me gustaría entrar de lleno en las diferentes formas
en las que la
perturbación se hace presente en los libros para niños.
________________________Formas de la
perturbación
Durante esta charla he
hecho repetidas referencias a la perturbación, pero en
realidad no he precisado
los contornos de este concepto y tampoco he dilucidado el
primer interrogante que
tiene que ver con esta categoría. ¿Existen realmente libros
perturbadores? Y si
existen… ¿cuáles son sus rasgos distintivos? ¿O sería más
apropiado hablar de
formas de la perturbación o de lo perturbador en los libros para
niños?
Para responder
parcialmente esta interrogante, quisiera adelantar algunas
características que
considero inherentes a la perturbación, antes de describir algunas
formas que indican sus
manifestaciones más concretas.
Considero que la
perturbación, en principio, es un fenómeno de recepción, ya que se activa de acuerdo
con ciertos contenidos que están en el texto y ciertas experiencias que están
en la psique del lector. Hay libros que en su conjunto tienen la particularidad
de plantear indagaciones sobre aspectos que conforman la sombra colectiva, y es
por esto que los asumimos como perturbadores. Hay libros que no son tan universales,
pero tocan la sombra particular de un lector, y hay otros donde lo perturbador
se entreteje como parte de la trama discursiva.
Como fenómeno de
recepción, la perturbación va ligada a la intolerancia que
tenemos como lectores
para aceptar nuestra sombra. Creo que, paradójicamente,
somos los adultos
quienes asumimos con mayor dificultad estos aspectos oscuros,
que nos esforzamos por
proyectar una imagen perfecta de nosotros mismos, que nos
resistimos a incorporar
esa sombra como parte integrada de nuestra personalidad.
La perturbación está
fuertemente vinculada con esa sombra, que en términos
junguianos se refiere a
muchos aspectos disociados de la personalidad consciente,
como la envidia, el
deseo de muerte, el odio, la mentira, la traición, la guerra, la
violencia gratuita, el
desprecio, la burla, el rencor, el miedo, el ansia de dominio, el
poder, la avaricia, los
celos…y un largo etcétera de aspectos que muchas veces se
encuentran reprimidos.
Para definir la
perturbación, entonces, debemos hacernos la pregunta, en el
caso específico de la
literatura infantil, de si ella se genera desde la perspectiva del
adulto o desde la
perspectiva del niño. Creo que responder este interrogante puede
ser algo irresponsable
de mi parte porque es apenas una hipótesis que debe ser
profundizada con
estudios de recepción.
Volviendo al ejemplo de
la versión de Caperucita de Perrault, recuerdo que
Bettelheim afirma que
los cuentos infantiles deben cerrar de una forma satisfactoria
pues los finales
abiertos (y sobre todo este final) dejan una sensación de angustia que
puede perturbar
enormemente a un lector infantil. Y profundizando un poco más sobre
ello, seguramente hay
lecturas que pueden generar abundante material para esas
pesadillas nocturnas que
tanto nos inquietan.
La perturbación, a
diferencia de otros aspectos, tiene la propiedad de
conducirnos a
precipicios psíquicos, que desestructuran algo en nuestro interior o
nuestra manera de asumir
una experiencia o de evaluar el comportamiento humano.
Esta sensación de
inestabilidad nos conmociona de tal manera que puede
acompañarnos por mucho
tiempo hasta que nuestra mente consigue rearmar las
piezas de esa nueva
construcción que se ha instalado en nuestra conciencia. Por eso
pienso que los libros
perturbadores son significativos y necesarios para hacernos
crecer, detonan
cataclismos que destruyen parte de nuestros esquemas estables y
reorganizan nuestro
sistema de creencias. Por otro lado, la experiencia perturbadora
puede ser mejor digerida
a través de la ficción que plantean los libros y no como parte
de un encuentro directo
con la realidad.
Antes de volver al
interrogante que he estado planteando acerca de si
podemos considerar que
exista una categoría que justifique la existencia de estos
libros, me gustaría
señalar algunos mecanismos que definen formas de la perturbación
en la literatura
infantil.
_________________________Imágenes
perturbadoras
Uno de los libros más
punzantes en la historia de la literatura infantil europea
nace a partir de las
ideas de un psiquiatra alemán; se trata del Pedro Melenas, de
Heinrich Hoffmann,
publicado en 1845. Este libro, cáustico y mordaz, de textos ágiles y
humorísticos, plantea
una serie de castigos ejemplares para los niños desobedientes.
Uno de los aspectos más
innovadores de esta propuesta tiene que ver con las
imágenes, pues ya
Hoffmann había ensayado con la figura de un personaje
desgreñado y con las
uñas inmensamente largas para tratar a sus pacientes que
llegaban en estado de
shock a su consultorio.
En el fondo, este libro
plantea una tesis bastante interesante, vinculada con el
poder terapéutico de las
imágenes en la mente infantil, desde el poder que ellas tienen
para estremecer y
aterrorizar.
Me gustaría contarles la
historia del Chupadedos, un niño que desatiende la
advertencia de su madre:
“‘¡Conrado!, dice mamá.
‘Salgo un rato, estate
acá,
sé bueno, juiciosos y
pío
hasta que vuelva, hijo
mío,
y no te chupes el dedo
porque entonces —ay qué
miedo—
vendrá a buscarte,
pillastre,
con las tijeras el
sastre,
y te cortará —tris,
tras—
los pulgares, ya verás.’
Sale doña Berta y ¡zas!,
¡chupa que te chuparás!
Se abre la puerta y de
un salto,
entra a la casa, al
asalto,
el terrible sastre aquel
que venía en busca de
él.
Con la afilada tijera
le corta los dedos
–fuera–
y deja al pobre Conrado
llorando desconsolado.
Cuando vuelve doña Berta
lo encuentra triste, en
la puerta,
sin pulgares se quedó,
el sastre se los cortó.”
La imagen de un
personaje horripilante que irrumpe en la escena con unas
enormes tijeras y la
sangre que corre por los dedos recién cortados, no puede ser
menos que espantosa. A
mí, particularmente, jamás se me ocurriría chuparme el dedo
después de haber leído
esta historia.
Abundantes imágenes que
percibimos como perturbadoras se recargan de esta
fuerza por las
referencias intertextuales, por un lado, y por el otro mediante el uso de
lo que Max Ernst
denominó la “enajenación sistemática”: imágenes insertadas en un
contexto ajeno hacen
surgir la chispa de lo extraño, lo que genera en el mayor de los
casos sensaciones
inquietantes. Lo podemos apreciar en la pintura metafísica de
Giorgio di Chirico o en
las propuestas surrealistas.
Veamos cómo algunas
imágenes enajenadas pueden realmente evocar
sentimientos muy
difíciles de traducir, como la tristeza más profunda. Miremos este
cuadro de El árbol
rojo3, donde una niña siente
el peso de una vida realmente
asfixiante, y cuyo
abatimiento se metaforiza en este inmenso pez en descomposición,
de labios mórbidos y
ojos lúgubres.
También la perturbación
se instala en las composiciones desquiciantes de
Greta la Loca, un libro que mira el
mundo desde la perspectiva de una joven delirante
y violenta. Aquí se
reproducen escenas de El jardín de las delicias de El Bosco, pintura
que aún hoy en día sigue
siendo enormemente perturbadora por la representación del
mal, las torturas
infernales y el sadismo.
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