Había
una vez un ratón muy alto
y
un ratón muy bajo
que
eran buenos amigos.
Cuando
se encontraban,
Ratón
Muy Alto decía:
“¡Hola,
Ratón Muy Bajo!”
Y
Ratón Muy Bajo decía:
“¿Hola,
Ratón Muy Alto!”
.
Los
dos amigos solían
ir
a pasear juntos.
Cuando
paseaban
Ratón
Muy Alto decía:
“¡Hola,
pájaros!”
Y
Ratón Muy Bajo decía:
“¡Hola,
escarabajos!”
.
Cuando
pasaban
por
un jardín
Ratón
Muy Alto decía:
“¡Hola,
flores!”
Y
Ratón Muy Bajo
decía:
“¡Hola,
raíces!”
.
Cuando
pasaban delante de una casa
Ratón
Muy Alto decía:
“¡Hola,
tejado!”
Y
Ratón Muy Bajo
decía:
¡Hola,
sótano!”
.
Un
día a los dos ratones
les
pilló una tormenta.
Ratón
Muy Alto dijo:
“¡Hola,
gotas de lluvia!”
Y
ratón Muy bajo dijo:
“¡Hola,
charcos!”
.
Corrieron
a casa para no mojarse.
“¡Hola,
techo!”
-
dijo Ratón Muy Alto.
“¡Hola,
suelo!”
-
dijo Ratón Muy Bajo.
.
Pronto
pasó la tormenta.
Los
dos amigos
corrieron
a la ventana.
Ratón
Muy alto
Levantó
a Ratón Muy Bajo
para
que pudiera ver.
“¡Hola,
arco iris!”
-dijeron
los dos juntos.
.
BIBLIOGRAFÍA:
“Ratón Muy Alto y Ratón Muy Bajo”. (
Historias de ratones) Arnold Lobel. Ed. Kalandraka. 2000.
.
Había una vez una
gallina roja llamada Marcelina, que vivía en una granja rodeada de muchos
animales. Era una granja muy grande, en medio del campo.
En el establo vivían las vacas y los caballos; los cerdos
tenían su propia cochiquera. Había hasta un estanque con patos y un corral con
muchas gallinas. Había en la granja también una familia de granjeros que
cuidaba de todos los animales. Un día la gallinita roja, escarbando en la
tierra de la granja, encontró un grano de trigo.
Pensó que si lo
sembraba crecería y después podría hacer pan para ella y todos sus amigos.
-¿Quién
me ayudará a sembrar el trigo?, les preguntó.
-
Yo no, dijo el pato.
-
Yo no, dijo el gato.
-
Yo no, dijo el perro.
-
Muy bien, pues lo sembraré yo, dijo la gallinita.
Y
así, Marcelina sembró sola su grano de trigo con mucho cuidado. Abrió un
agujerito en la tierra y lo tapó. Pasó algún tiempo y al cabo el trigo creció y
maduró, convirtiéndose en una bonita planta.
-¿Quién
me ayudará a segar el trigo?, preguntó la gallinita roja.
-
Yo no, dijo el pato.
-
Yo no, dijo el gato.
-
Yo no, dijo el perro.
-
Muy bien, si no me queréis ayudar, lo segaré yo, exclamó Marcelina.
Y
la gallina, con mucho esfuerzo, segó ella sola el trigo. Tuvo que cortar con su
piquito uno a uno todos los tallos. Cuando acabó, habló muy cansada a sus
compañeros:
-¿Quién
me ayudará a trillar el trigo?
-
Yo no, dijo el pato.
-
Yo no, dijo el gato.
-
Yo no, dijo el perro.
-
Muy bien, lo trillaré yo.
Estaba
muy enfadada con los otros animales, así que se puso ella sola a trillarlo. Lo
trituró con paciencia hasta que consiguió separar el grano de la paja. Cuando
acabó, volvió a preguntar:
-¿Quién
me ayudará a llevar el trigo al molino para convertirlo en harina?
-
Yo no, dijo el pato.
-
Yo no, dijo el gato.
-
Yo no, dijo el perro.
-
Muy bien, lo llevaré y lo amasaré yo, contestó Marcelina.
Y
con la harina hizo una hermosa y jugosa barra de pan. Cuando la tuvo terminada,
muy tranquilamente preguntó:
-
Y ahora, ¿quién comerá la barra de pan? volvió a preguntar la gallinita roja.
-¡Yo,
yo! dijo el pato.
-¡Yo,
yo! dijo el gato.
-¡Yo,
yo! dijo el perro.
-¡Pues
NO os la comeréis ninguno de vosotros! contestó Marcelina. Me la comeré yo, con
todos mis hijos.
Y
así lo hizo. Llamó a sus pollitos y la compartió con ellos.
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