Estos apuntes intentan allanar la lectura del texto “El habla del niño”, no obstante recomendamos la lectura del texto original además de lo aquí publicado, ya que este escrito no tiene la intención de reemplazar la bibliografía sino, simplemente, de ayudarlos con su comprensión.
Bruner
nos dice que un niño o una niña adquiere, o está adquiriendo el lenguaje cuando
es capaz de formular expresiones congruentes, aunque aclara, que la gramática
de un infante no es igual a la de un adulto. Este punto es muy importante
porque pone de manifiesto que el niño NO APRENDE POR IMITACIÓN O POR INDUCCIÓN.
Por
otra parte, un niño o niña adquiere el lenguaje cuando tiene CAPACIDAD DE
REFERENCIA Y DE SIGNIFICADO. Esta tarea no es para nada sencilla puesto que una
misma palabra puede adquirir distintos significados de acuerdo con la situación
contextual. Supongamos que digo
FUEGO
esto podría ser:
·
Una advertencia
·
Deseo de encender
un cigarrillo
·
Un estado
interior
Realmente
ADQUIRIR UNA LENGUA implica tener claras estas cuestiones.
Cuando
se habla de adquisición del lenguaje estamos hablando de un INTENTO DE
COMUNICACIÓN y, en la medida que esto se logre estaremos en camino a la adquisición,
ahora bien, para ser un HABLANTE COMPETENTE se deben combinar
·
SINTAXIS
·
SEMÁNTICA
·
PRAGMÁTICA
El
lenguaje para Bruner empieza antes como comunicación
que como código establecido.
“La adquisición del lenguaje "comienza" antes de que el niño exprese
su primera habla léxico-gramatical. Comienza cuando la madre y el niño crean
una estructura predecible de acción recíproca que puede servir como un
microcosmos para comunicarse y para constituir una realidad compartida. Las
transacciones que se dan dentro de esa estructura constituyen la entrada, o
input a partir de la cual el niño conoce la gramática, la forma de referir y de
significar, y la forma de realizar sus intenciones comunicativamente.
Esta es sin duda la tesis fuerte de
Bruner: la sintaxis, la semántica y la pragmática tienen su origen dentro de
los formatos, se aprenden interdependientemente y se desarrollan gracias a los
datos que extraen los niños de esas estructuras comunicativas. Pero interesa
aquí sobre todo la semántica, en concreto, cómo adquieren los lexemas
infantiles su significado.
Según Bruner, las primeras palabras aparecen en el seno de formatos de juegos,
de petición, o de referencia, como vocalizaciones idiosincrásicas o lúdicas de
carácter puramente performativo. Intervienen en el formato, no como elementos
representativos o semióticos, sino como elementos constitutivos, partes casi
materiales del juego. Por ejemplo, el sonido "boo", dicho por la
madre, cuando aparece el muñeco en el juego del cu-cú, es un elemento fijo y
rutinario, casi tan constitutivo materialmente como el muñeco mismo. Estas
vocalizaciones, aunque acompañan a la acción como un elemento de ella,
proporcionan también un esqueleto o estructura formal en la que luego pueden
introducirse, en primer lugar, vocalizaciones idiosincrásicas, pero ya
semánticas, que representan a objetos o acciones de forma todavía no
convencional. Por ejemplo, un niño usaba para marcar objetos de atención una
doble sílaba de su invención "bi-bí", en formatos de atención conjunta.
O un niño tenía una palabra propia para el formato de petición de una manzana,
"buba", que funcionaba perfectamente porque la madre podía
interpretar su referencia, aunque el sonido fuera idiosincrásico. En este caso,
cuando las vocalizaciones meramente acompañantes de la acción se sustituyen por
vocalizaciones idiosincrásicas, ya debe existir lo que Bruner llama la
"hipótesis de semanticidad": el niño ahora cree que los sonidos
pautados, aunque idiosincrásicos, representan cosas particulares o tipos de
cosas que él experimenta. Debemos distinguir entre la función simbólica de
Piaget y la hipótesis de semanticidad de Bruner. Esta última es la función
simbólica aplicada sólo a los signos lingüísticos convencionales: es la
relación por la que sonidos vocales representan cosas o acciones del mundo.
Tal
vez ustedes recuerden cuando al principio de las clases estuvimos buscando en
nuestras memorias algunas palabras que ustedes mismos habían inventado y que sabían
tal vez porque sus papás se lo habían comentado, por ejemplo recuerdo que una
de mis hijas llamaba “alga” a la manzana y así ese sonido idiosincrásico, poco a poco fue sustituido
por formas más convencionales, más cercanas o parecidas a las
del lenguaje adulto. Hay siempre un momento, en el cual crecen las exigencias
fonéticas y semánticas de la madre, (o de la docente) que ya no se contenta con
producciones de la jerga infantil, o con copias rudimentarias y le exige al
niño cada vez más palabras adultas.
En resumen, las primeras palabras pasan por un estadio no semántico. Después,
por un uso representativo, semántico, pero con sonidos idiosincrásicos (propios
del niño); finalmente, por un uso semántico con significantes convencionales,
palabras ya producidas según la pauta adulta. En todo el proceso de la
adquisición de la palabra ha estado presente el formato.
Lo que no aclara Bruner es cómo consigue el niño la semanticidad o sus nociones
primitivas de semanticidad. El niño adopta, según él, una hipótesis de
semanticidad, pero no explicita cómo, ni en qué consiste. Bruner no entra en
detalles de cuál sería la infraestructura conceptual necesaria para la
hipótesis de la semanticidad, se limita a decir que su objetivo es la
pragmática.
Ahora
bien, qué es lo que predispone al ser humano a usar el lenguaje y a cambiar a
través de su uso? Ese temalo desarrollaremos en nuestra próxima clase virtual
(25/5/2012)
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