TRABAJO PRÁCTICO: ASISTIR A UNA DE LAS SIGUIENTES OBRAS DE TEATRO:
“Historia de una gaviota afortunada” Adaptación de una novela de Sepúlveda
“El caballero de las manos de fuego” J. Villafañe
¿Cuál es el buen teatro para niños?
Una pregunta importante que nos debemos hacer como docentes o como futuros docentes es qué son los buenos espectáculos para los chicos, qué criterios seguir para elegirlos, cómo diferenciarlos de los regulares o mediocres . Todos sabemos que un buen espectáculo es aquel que nos produce admiración y deseo de volver a verlo; todos también sabemos qué sentimos cuando estamos ante un espectáculo pobre o insignificante. Para hacer el trabajo Práctico de un modo exitoso les recomiendo leer con detenimiento el siguiente marco teórico.
Teatro vivo, teatro mortal
Peter Brook distingue entre un teatro vivo y un teatro mortal. El primero es el que emociona, hace pensar, divierte, estimula, mueve a la acción al espectador y ensancha su experiencia del arte y del mundo. El teatro mortal, por el contrario, es el que sumerge al espectador en el aburrimiento, en una parálisis emocional e intelectual de su espíritu y que, para colmo, lo obliga a negar esa situación y a atribuirle virtudes. El teatro mortal —dice Brook— es el que nos aburre irremediablemente pero nos han enseñado a respetar porque "eso" es ir al teatro. Pero ¿cómo distinguirlos?
Para responder a este interrogante vamos a seguir a Nora Lía Sormani
“Hablar de espectáculo vivos y espectáculos mortales implica una teoría del gusto y una teoría del valor. Ambas están atravesadas por la subjetividad (las normas de gusto y de valor que impone cada individuo) y la por intersubjetividad (las normas establecidas colectivamente por la cultura, la historia, la política).
1. No
hay espectáculo que no tenga algo bueno, por lo tanto, de entrada, hay que
relativizar la rotundez de las delimitaciones. Porque los espectáculos son
objetos complejos y múltiples, que tratan permanentemente con la incertidumbre.
Como afirma Graciela Montes (1) pero
refiriéndose a la literatura. "La literatura —el arte en general— ha estado
siempre del lado de la diversidad. Ha cumplido su papel en la exploración de
los bordes del enigma, construyendo pequeños universos de sentido. No
explicaciones: universos, o más sencillamente, juegos. Frente a lo
incomprensible, pero denso y deseable en su presencia —"lo otro", el
bosque, los enigmas—, el arte no se ocupó de señalar certezas sino que más bien
jugó con la incertidumbre. Esta ha sido su tarea, la continuación del juego. La
literatura para niños también ha desempeñado ese papel, siempre que se atuvo a
las reglas del arte".
2. No
hay nada tan útil para descubrir qué es un gran espectáculo como asistir a
espectáculos mediocres. En ellos palpamos la ausencia de lo que convierte al
teatro en un acontecimiento y, en consecuencia, también espectar espectáculos
malos nos hace más sabios.
Seleccionar, una necesidadPero, hechas estas salvedades, reconozcamos por qué debemos privilegiar los buenos espectáculos, por qué no podemos soslayar los criterios de selección, ni tampoco podemos delegarlos ni en las máquinas, ni en las instituciones, ni en los partidos, sino que dependen estrechamente de nuestra opinión y experiencia como espectadores:
1. Porque
son tantos, tan intensos y atrapantes que es una pena perdérselos.
2. Porque
no tenemos todo el tiempo del mundo y es justo aprovecharlo.
3. Porque
generalmente nos vemos obligados a recomendar y a poner en contacto a los niños
con el teatro, y una obra mediocre puede ser la causa de un futuro adulto no
espectador.
4. Michèle Petit (refiriéndose a la literatura y yo lo
hago extensivo al teatro), afirma que los buenos libros ayudan a construir la
subjetividad. Parafraseando sus ideas, yo digo que el teatro puede ser un atajo
privilegiado para elaborar o mantener un espacio propio, íntimo, privado, para
dar sentido a la experiencia de alguien, para darle las palabras a sus
esperanzas y a sus deseos. El teatro —siguiendo a Petit— puede ser también
"un auxiliar decisivo para repararse y encontrar la fuerza necesaria para
salir de algo; y finalmente, otro elemento fundamental, el teatro es una
apertura hacia el otro, puede ser el soporte para los intercambios". (2)
Bases epistemológicasOfreceremos a continuación aquellos criterios que seguimos personalmente a la hora de definir un buen espectáculo. Dichos criterios dependen de dos principios epistemológicos (el análisis del conocimiento científico, la conciencia del sujeto que conoce de cómo conoce):
1. Desplazar
los caprichos del gusto y la circunstancia por el pensamiento crítico, es decir,
cada afirmación debe ser acompañada por la correspondiente argumentación.
2. El
reconocimiento debe adecuarse al reconocimiento de los territorios de cada
poética y no pedirle a una poética lo que corresponde a otra.( …)No valorar un
espectáculo de títeres para chiquitos como si fuera una obra de SHAKESPEARE destinada a otro público y con otra
poética.
Criterios de selección Nuestros criterios de valoración de los libros son los siguientes:
1. Criterio
técnico: un buen espectáculo debe estar técnicamente bien realizado, la
técnica depende de la poética de que se trate. Cada género discursivo impone
las reglas de su técnica, e incluso los espectáculos más bizarros o que
trabajan con cruces acaban elaborando una técnica específica. Para ello hay que
preguntarle al espectáculo cómo está compuesto en sus diferentes niveles:
fonológico, léxico, morfológico, sintáctico, tematológico y semántico. Es
decir, preguntarle al texto por sus sonidos, sus palabras, sus procedimientos formales,
sus estructuras profundas (sintaxis, estructura narrativa abstracta que se
diseña a partir de seis grandes universales: sujeto, objeto, ayudante, etc.),
sus inscripciones temáticas, su sentido, etc.
2. El
segundo criterio es el del acuerdo entre el proyecto creador y el espectáculo
resultante: muchas veces un espectáculo puede estar animado por objetivos
dignos de aplauso, procesos de creación fascinantes, ideas, y materiales
compositivos de primer orden y, sin embargo, el resultado es decepcionante. Una
metáfora culinaria tal vez ayude a comprender este segundo criterio: la del
souflé, que hemos preparado con los mejores materiales, todo el cariño y de
acuerdo con la receta infalible, y sin embargo, no levó.
3. El
criterio ideológico: el buen teatro es el que hace bien, el malo, es el que
hace mal. Hace mal por ejemplo, aquel teatro que estupidiza a los chicos, aquel
que los vuelve grises ovejas del rebaño, aquel que disfraza trivialidad como
sabiduría, aquel que infunde autoritarismo, aquel que inculca intolerancia y
racismo, aquel que no respeta los derechos humanos, aquel que se burla del más
débil, aquel que enseña el solipsismo, el arribismo o la corrupción, aquel que
se aleja de las bases del humanismo, aquel que no colabora con la formación de
seres humanos más nobles y sensibles. El mal teatro para los chicos es aquel
que hace mal porque contribuye a afianzar un mundo del que los hombres deberían
avergonzarse. Tenemos derecho a tomar posiciones ideológicas frente al teatro
que trabaja a favor de la guerra o del fundamentalismo o del mero comercio, de
la injusticia o la desigualdad.
4. El
criterio de la relevancia: otra cosa imperdonable al teatro es que sea
aburrido, que invite al sopor antes que a la emoción, a la pasividad antes que
al dinamismo, a la sensación de vacío y a la estupidez, al olvido antes que al
reencuentro. Bruno Bettelheim y Karen Zelan en el libro Aprender a leer (3)
dedican todo un capítulo al tema del peligro del aburrimiento en los libros
para chicos analizando detalladamente los textos de los libros de lectura. El
capítulo se titula "Textos vacíos; niños aburridos" y consideran que
este aspecto es determinante para espantar a los niños de la lectura.
5. Un
criterio propio y específico del teatro infantil es el de la adecuación a la
competencia del espectador. Aspecto que atañe tanto al aspecto técnico (qué
capacidad tiene un niño de decodificar y comprender un espectáculo) y que atañe
también al campo de los intereses propios de cada etapa de la infancia. Por
ejemplo, Animales, de Pablo Vergne. Se trata de que los espectáculos
puedan enseñar a ser espectador acogiendo a los niños en su estadio actual y
motivándolos a avanzar en la complejidad y riqueza de los espectáculos.
En consecuencia, sostenemos que un espectáculo lo es por la confluencia, la
aportación conjunta de su técnica, su adecuación entre el proyecto creador y
resultado, su ideología y su relevancia. Ninguno de estos criterios funciona
autónomamente: conocemos espectáculos de técnica impecable y sin embargo,
repudiables ideológicamente, sabemos de espectáculos de ideología intachable y
bienintencionada pero mediocres por su técnica, su resultado y su falta de
relevancia. La selección, una práctica intransferible
Pensar en criterios de selección es una tarea indispensable, con la que lidiamos día a día, ya sea para nuestros propios hábitos de espectadores, o como mediadores entre los niños y las obras. No podemos delegar esta tarea, no por desconfianza, sino porque la selección requiere de nuestro ejercicio de argumentación crítica. La selección es una práctica por necesidad y es intransferible. Si seleccionamos espectáculos para los chicos es para orientarlos en el camino de elaboración de sus propios criterios de selección. Ya llegará el día en que podremos confrontar con ellos nuestras respectivas argumentaciones críticas, nuestras respectivas elecciones.
Notas
(1) Graciela Montes, "El bosque y el lobo. Construyendo sentido en tiempos de industria cultural y globalización forzada". En Memorias. El Nuevo Mundo para un nuevo mundo, Actas 27° Congreso IBBY, Cartagena de Indias, septiembre de 2000. Véase también, de la misma autora, La frontera indómita. En torno a la construcción y defensa del espacio poético (México, Fondo de Cultura Económica, 1999).
(2) Libros más importantes de Michèle Petit: Lecturas: del espacio íntimo al espacio público (México, Fondo de Cultura Económica, 2000) y Nuevos acercamientos a los jóvenes y a la lectura (México: Fondo de Cultura Económica, 1999).
(3) Bruno Bettelheim y Karen Zelan. Aprender a leer (Barcelona, Crítica, 1983).
Nora Lía Sormani (norayjorge@fibertel.com.ar) nació en Buenos Aires en 1965. Es Licenciada en Letras, egresada de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Buenos Aires. Se especializa en estudios sobre teatro, literatura y cultura para niños y jóvenes. Recibió el Premio Pregonero de la Fundación El Libro 1994-1995 por su labor en periodismo gráfico sobre literatura infantil. Integra el Consejo de Redacción de la revista La Mancha. Papeles de Literatura Infantil y Juvenil y es coconductora del Programa País Cultura (Radio Nacional, AM870). Actualmente realiza una investigación sobre la literatura infantil en el Río de la Plata, coordinada por la escritora Graciela Montes. Es reseñadora permanente de libros para chicos y jóvenes en el Suplemento "Cultura" del diario La Nación. Es autora de la compilación ¿Sólo los chicos? Cuentos argentinos de todos los tiempos (Buenos Aires, Ediciones Desde La Gente, 2002).
Fuente IMAGINARIA 2004
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