Aunque yo sigo dando clase tiza en mano soy plenamente consciente que en este siglo XXI todo cambia vertiginosamente, por eso me parece importante leer a los especialistas y hoy quiero ofrecerles este interesante artículo de Daniel Cassany, especialista en investigación de la comunicación escrita, quien se presentó en el Congreso Internacional de Promoción de la Lectura y el Libro durante el mes de Abril
Para quienes no lo conocen Cassany es Licenciado en Filología Catalana y Doctor en Enseñanza de Lenguas y Literatura de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad de Barcelona. Además, este profesor titular de Análisis del Discurso en lengua catalana en la Universitat Pompeu Fabra, publicó Describir el escribir, Enseñar lengua, Reparar la escritura, La cocina de la escritura, Tras las líneas y Afilar el lapicero, entre otros. Todos libros muy recomendables para aquellos que nos interesa la lectura y la escritura como procesos complejos de los que debemos apropiarnos.
- Desde hace un tiempo se han desarrollado programas como “Conectar-Igualdad” de Argentina y “Escuela 2.0” en España, para que cada alumno de las escuelas públicas reciba de forma gratuita una computadora portátil, con el objetivo de romper la brecha digital. Sin embargo, las generaciones nativas de Internet le llevan ventaja a la mayoría de sus profesores en el uso, ¿cómo deben enfrentar los educadores este desafío?, ¿qué estrategias les sugeriría?
Este es una cuestión de mucha actualidad e interés, en efecto, y es también el tema central de una investigación en curso. Al respecto diría varias cosas:
Es importante que los gobiernos inviertan en la compra de portátiles para todos los estudiantes porque los ordenadores ya están en todos los ámbitos y en todas las actividades sociales -y lo estarán todavía más en el futuro-, por lo que la educación debe incorporarlos en su práctica diaria. Sería inimaginable que las escuelas siguieran solo con libros y papel, cuando éste está desapareciendo poco a poco de muchos entornos (empresas, instituciones, comercios, aeropuertos, etc.). Más allá de si se aprende más o mejor con ordenadores, los chicos tienen que acostumbrarse a usarlos para buscar, gestionar, comprender, transformar y producir información y conocimiento, porque esta es la forma actual y futura de acceder a los datos (sin olvidarnos del uso del libro, que coexiste y seguirá por muchos años).
Los ordenadores han tenido mucho más impacto fuera de la escuela (en el ocio, la vida privada, lo que hacemos por nuestra cuenta, al margen de la educación) que en el aula. Eso no es malo, porque lo que aprendemos fuera de la escuela también revierte -de algún modo- en la educación formal. Por eso es importante que los portátiles no se queden en la escuela cuando acaban las clases, que los chicos se los puedan llevar a sus casas por la noche, y que puedan usarlos también para hacer otras cosas, más allá de la escuela. Incluso también debemos ver como positivo que otras personas (padres, hermanos) los usen fuera de la escuela.
Leer, escribir e interactuar en la red es una forma totalmente diferente de hacerlo con el papel y los libros, de modo que hay que aprender sus particularidades y adaptarse. En pocas palabras, la red permite acceder a muchísima información, pero eso no significa que sea de calidad o que la podamos entender de manera simple. Precisamente, en la red hay mucha porquería (mentiras, exageraciones, falsedades, manipulaciones) y mucha información que proviene de todo el planeta (de comunidades, culturas y lenguas que desconocemos), por lo que resulta mucho más complejo poder comprenderla, darle sentido e interpretación desde nuestro contexto. Leer y escribir es mucho más difícil en la red. Por ello, los educadores deben enseñar en el aula a los chicos a manejarse en este entorno: a buscar información con los motores de búsqueda, a saber elegir las palabras clave, a saber usar los operadores booleanos, a leer críticamente y evaluar la fiabilidad de las informaciones, a distinguir diferentes puntos de vista (por ejemplo, una perspectiva política, de una científica o religiosa), a saber elegir el resultado más fiable, a saber incorporarlo en la vida de uno, a contrastar la información que aporta, etc. Por poner un ejemplo concreto, las tareas de lectura en línea deberían dejar de preguntar ‘cuál es la idea principal’, que es una pregunta de la época del papel, para preguntar ‘quién escribió eso y qué pretende’, que es una pregunta de la época de Internet
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