¿SOMOS REALMENTE
LECTORES LOS DOCENTES?
Michèle Petit, una
conocida antropóloga y novelista francesa, plantea cómo la literatura ayuda a
la construcción de la subjetividad y cómo tendría que formar parte del diseño
de políticas de salud pública, por su contribución a un proceso de sanación.
Ella describe la
lectura como “una habitación para uno mismo”. Ese espacio privado, dice Petit,
permite al sujeto delinearse, dibujar sus contornos. En ese espacio uno puede percibirse
como separado del otro, capaz de tener un pensamiento independiente.
Además de ser el
momento de la lectura, es una actividad psíquica en la que se ponen en juego
las propias fantasías, los propios deseos y las angustias.
El problema reside
en cómo llega un niño a construir su espacio íntimo, con la invasión mediática
que le propone a cada minuto una solución más vistosa y rápida para pasar su
tiempo. Ese espacio íntimo tiene que ser construido con la contribución de un
adulto. Y no en todos los hogares se habilitan estos espacios.
En ese punto, la Escuela tiene ese doble
juego que complejiza su función: por un lado, lograr que el niño se interese
por los libros en el aula, y por el otro, que lo haga dentro del ámbito de su
hogar. Y para ello no sólo hay que trabajar con los niños, sino con toda la
comunidad. El problema reside en que los docentes somos parte de
la misma y en la
mayoría de los casos tampoco encontramos espacios íntimos para la lectura.
Aunque sabemos de su enorme importancia.
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