Comienzos de 1975. Emilia Ferreiro llega al galpón donde funciona la escuela. Propone investigar la brecha entre el manejo que los chicos hacen del dinero y su fracaso en el cálculo que les enseñan los maestros. La irrupción de los militares en la escuela en 1975, clausura la experiencia, pero no logra desterrarla de la memoria pedagógica.
Suplemento Digital de la revista La Educación en nuestras manos N° 18; abril de 2005
Ver Indice del Suplemento Digital N° 18Revista La Educación en nuestras manos N° 71, mayo de 2004.Por María Luisa RoffranoDirectora Escuela N° 17. Secretaria de Cultura, Seccional Vicente López. SUTEBAA fines de los sesenta, era una época difícil para conseguir trabajo de maestra. Yo vivía en Capital y en 1968 se me da la posibilidad de trabajar en una escuela gratuita del obispado de San Isidro ubicada al lado de La Cava, una de las villas más antiguas y extendidas del conurbano. A poco de empezar terminé siendo, muy joven y sin experiencia, directora de la escuela. Una de las cosas que más nos preocupaban era que los chicos fracasaban y fracasaban. Era la época que les teníamos que tomar los test y hacerles hacer cosas - como repetir Nabucodonosor o Constantinopla- a chicos cuya vida pasaba por otro lado. Entre los años 72 y 73, muchos habíamos empezado a participar en grupos donde leíamos a Freire y veíamos una forma de trabajar en lengua desde otra perspectiva, con palabra generadora pero portadora de un sentido para los pibes de estos sectores. Es decir, que en lengua algo estábamos haciendo, pero igual el fracaso estaba. En 1975, un día, golpean en la rejita de los galpones de chapa donde funcionaba la escuela: era una señora petisita, con una trenza larga, que se presentó como Emilia Ferreiro. No sabíamos quién era. Nos pidió pasar y nos contó que tenía que hacer un trabajo de investigación y que le interesaba hacerlo en nuestra escuela, ya que le era muy difícil en ese momento conseguir escuelas estatales. Nos interesó lo que proponía y así fue como comenzó su investigación en matemática. Ella partía de que el fracaso escolar estaba en el inicio de la escuela primaria: los chicos no se alfabetizaban y tampoco podían operar. Uno de los puntos que nos planteaba era la "impermeabilidad", así lo decía ella, en la instrucción escolar para incorporar los conocimientos extraescolares. O sea, los temas del programa eran tan impenetrables que los chicos fracasaban, no podían acceder al conocimiento. Al utilizar el método clínico-crítico piagetiano, nos pedía trabajar con pibes de primero y segundo grado que estuvieran excedidos en edad. Comenzaron a surgir cosas valiosísimas. Por ejemplo, cómo estos chicos podían operar perfectamente con el dinero en un momento donde la inflación llegaba a veces al 1% cada 24 horas y donde además cambiaba la moneda. Cabe recordar que a fines del 75 circulaban 9 tipos de monedas distintas, donde incluso las piezas más nuevas eran de un tamaño menor que las piezas antiguas; sin embargo los pibes sabían los valores y los podían manejar. Ella también empieza a investigar el trabajo infantil, que ellos no lo reconocían como trabajo. Por ejemplo, como había pocas canillas en el barrio, acarreaban el agua a las vecinas y ellas les daban algunas monedas como pago. Algunos salían a vender y otros, con un poco más de edad, ya trabajaban como cadies en el Club de Golf que estaba cerca de la Cava. O sea que los pibes tenían plena conciencia de lo que era el manejo del dinero. Pero cuando en la escuela, los maestros les planteábamos el cálculo gráfico en el pizarrón de lo mismo que ellos habían estado trabajando, fracasaban. Cuando empezamos a ver todo esto era ya a fines de 1975. En diciembre comenzamos a pensar una propuesta para trabajar el año siguiente. Los primeros días de abril de l976 cayó a la escuela una supervisión con militares. Revolvieron los armarios y encontraron un artículo de "Las venas abiertas de América Latina", de Galeano, en la carpeta de la maestra de séptimo, Pilar García. La dejaron cesante y nunca más supimos de ella. Al resto de las compañeras de a poco nos obligaron a dejar la escuela. Yo, al año siguiente, perdí el cargo.
"Eso lo saben las cuentas"Los niños de las poblaciones urbanas marginadas tienen una posibilidad de cálculo con dinero que es superior a lo que la escuela constata, al ocuparse solamente por la representación del cálculo (con lápiz y papel)... Este cálculo con dinero, tal como lo hemos constatado, no es siempre correcto, pero es casi siempre (prácticamente siempre) aproximado. Esto quiere decir lo siguiente: cuando el niño está calculando con dinero tiene una especie de monitoreo interno del orden de magnitud del resultado. Sus errores se sitúan dentro de límites controlables. El contraste con el cálculo que esos mismos niños realizan con lápiz y papel es dramático. Cuando hacen un cálculo escolar no hay ninguna anticipación del orden de magnitud del resultado que se debe alcanzar... "Eso lo saben las cuentas", responde una niña cuando le preguntamos si le resulta plausible el resultado obtenido. Y esa es la mejor respuesta, la que resume la manera en que fue aprendido ese cálculo escolar: cálculo mecánico, danza de los números, aplicación de reglas ciegas sin control inteligente.Estos niños presentan un tipo de cálculo mental que no ha sido nunca valorizado en el contexto escolar: el cálculo aproximado. En la tradición escolar lo único que interesa es el cálculo exacto, todo lo demás son errores... Sin embargo, en la vida diaria de cualquier adulto el cálculo aproximado juega un rol importante. Seguramente la posibilidad de realizar cálculos aproximados es una capacidad común a todos, pero que la escuela inhibe en muchos casos en tanto que ciertas actividades extraescolares permiten o exigen desarrollar.Emilia Ferreiro"Proceso de alfabetización y alfabetización en proceso"Centro Editor de América Latina, 1987
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