Hablarle y
sostener a un niño desde el afecto y el compromiso son acciones básicas y
fundamentales para el futuro de ese pequeño. Como futuras docentes del Jardín
Maternal tienen que ser conscientes que estos gestos serán vitales para el
desarrollo emocional del ser humano a quien están cuidando.
Salvador
Celia, Profesor de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de ULBRA, Canoas y Director
del Instituto Leo Kanner de Porto Alegre, Consultor de UNICEF en Brasil, entre
otros tantos títulos, comentó en una interesante entrevista:
“Cuando uno
empieza la vida sin ser contenido, sin tener las mínimas condiciones
aseguradas, usará de la propia violencia a la manera de una defensa, como una
forma de poder sobrevivir. Pienso que es una situación muy difícil que genera psicopatología.”
Y más adelante,
en la misma entrevista aclara:
“Si la familia
no consigue ser el sustento, no consigue ser el caldo de cultivo favorable para
que uno se desarrolle, existen
alternativas de reemplazo. Entiendo a la
escuela como un factor terapéutico.
El maestro es otro modelo de identificación.
Si no tengo ni papá ni mamá, si no tengo abuelos, si no tengo padrinos, yo
podría encontrar en la escuela modelos de identificación más positivos. La
exclusión social es muy seria para la personalidad.”
“ Soy
un apasionado de la “teoría del apego” y aprendí de las ideas de Bowlby que es necesario construir una base
segura. Con una base segura puedo entonces protegerme, puedo enfrentar las
cosas y ser más resiliente, o sea, puedo tener mayor capacidad de adaptarme"
Todos sabemos
que los bebés conocen el mundo
tocándolo, mordiéndolo, olfateándolo, explorándolo; de este modo sienten,
miran, escuchan, canturrean, bailan, y empiezan a apropiarse de la palabra.
Por eso, si en los primeros años, un niño “piensa” con
las manos, con los pies, con todo su cuerpo, con todos sus sentidos y con todos
los lenguajes, lo que deberíamos hacer
es dejarlo pensar libre y plenamente, mediante el juego, la literatura, el arte.
Desde una
perspectiva científica, los avances en monitoreo fetal confirman lo que las
madres siempre hemos sabido: que el bebé escucha antes de nacer, puesto que el
desarrollo de su audición se remonta al último trimestre de gestación. Se ha
comprobado que los estímulos auditivos provocan cambios en la tasa cardiaca del
feto y producen respuestas motrices, lo cual indica que los bebés pasan mucho
tiempo escuchando conversaciones y respondiendo a ellas. "El mundo del
feto está inundado por una cacofonía de gorjeos y quejidos procedentes del
cuerpo de la madre, junto con el ritmo constante de sus latidos (..) Sin
embargo, lo más estimulante de todo son los sonidos filtrados del
lenguaje", afirman las investigadoras Karmiloff[2], quienes señalan cómo
el feto emplea su tiempo de vigilia procesando estos sonidos lingüísticos. La
cadencia y el ritmo parecen ser las primeras huellas poéticas que se inscriben
en el ser humano y no sólo lo preparan para prestar atención especial al habla
y para reconocer la voz de su madre, sino que le ofrecen una experiencia
estética que lo conecta con la sonoridad de las palabras: más con su música,
que con su letra.
Las coordenadas
entre las que se construye la historia particular de cada ser humano son
coordenadas de lenguaje. A diferencia de otras madres mamíferas, la madre
humana lee las pataditas del bebé desde el útero o sus ciclos de sueño y de
vigilia, y al tratarlo como si entendiera, establece un diálogo
con él. Incluso, si ha tenido otros hijos, puede diferenciar rasgos de un
temperamento distinto, lo que demuestra que en ese primer encuentro
comunicativo, no todo está puesto del lado de ella, sino que el bebé aporta
señales que pueden ser leídas. Por supuesto, también desde el comienzo de la
relación, hay sentidos menos explícitos y más subjetivos: las expectativas
reales e imaginarias que los futuros padres imprimen en sus hijos, sus temores,
sus fantasías y las ambivalencias que les suscita su nuevo rol, son hechos de
lenguaje. Algunos ejemplos típicos como la elección del nombre o los
preparativos familiares —cuna, ropa, habitación— remiten a la metáfora de
"hacerle un lugar simbólico" al niño en un mundo que trasciende lo material.
Bibliografía consultada:
Gorodish; Ricardo: Entrevista al Dr. Salvador Celia
Reyes, Yolanda en http://www.espantapajaros.com/
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