ENTREVISTA A GUSTAVO ROLDÁN
Los chicos gozan del más grande
http://cunacultura.blogspot.com.ar/2012/04/entrevista-gustavo-roldan.html
Por Noelia B. Carbó
Decir que Gustavo Roldán es uno de los escritores más justamente
reconocidos dentro de la llamada “literatura infantil”, es decir poco. El
hombre ha demostrado a lo largo de los años, pero sobre todo, a lo largo y a lo
ancho de los libros, que la literatura para gente pequeña debe, necesariamente,
apelar a tantos cross de izquierda como cualquier otra buena literatura. Libros
como El monte era una fiesta,Cada cual se
divierte como puede, Sapo en Buenos Aires y El último Dragón, por citar sólo
cuatro de su vastísima y hermosa bibliografía, dan cuenta de un pulso narrativo
tan intenso como delicado. En suma, súper entretenido.
Criado en el monte chaqueño, o como ha escrito alguna vez, “cerca del Bermejo,
cuando la tierra era plana, la luna se posaba en las copas de los árboles y los
cuentos sólo existían alrededor del fogón del asado o en las ruedas del
mate", este hombre sabe que lo suyo, más que cuentos para chicos, es
simplemente literatura. Lean esta entrevista para ver:
¿Por qué, cómo y cuando decidió ser escritor?
Creo que nunca se sabe porqué, y menos cómo
y cuándo. En realidad yo quería ser domador y corredor del monte, con
guardacalzones, guardamontes, coleto y sombrero retobado. En fin, el equipo
completo que usaban los que eran mis héroes en Fortín Lavalle. Pero me mandaron
a la escuela. Y en Sáenz Peña conocí el circo, y decidí que sería trapecista y
mago. Por lo menos me queda que ahora voy a una escuela de magia y trato de
hacer aparecer y desaparecer monedas y naipes.
Pero mientras tanto fui viviendo
innumerables aventuras, todas maravillosas, que estaban en los libros de
cuentos. Creo que el secreto de muchas cosas está en descubrir lo que se
esconde en un buen libro de aventuras. Y de ser lector a querer ser escritor
hay un solo peldaño. Sobre todo si creemos que un lector es también el escritor
que termina el último paso de una novela.
¿Por qué se decidió por la literatura infantil?
En realidad no me decidí nunca. Durante muchos años sólo
escribí eso que se llama para grandes hasta que un buen día probé —posiblemente
por las influencias de la vecindad de Laura Devetach, que escribía bellísimas
historias que parecían ser para chicos pero que eran para todo el mundo—, y me
gustó hacerlo. Trato de que parezcan pero no sean para chicos.
¿Qué leyó en su infancia?
Primero escuché infinitos cuentos, sin
conocer la forma de un libro. En Fortín Lavalle —estoy hablando de hace setenta
años— no se habían inventado los libros. Pero los cuentos estaban a toda hora.
Los de Pedro Urdemales, los cuentos del zorro, los de exagerados y mentirosos,
el lobizón, y la luz mala y en especial los dos cuentos más hermosos del mundo: la Historia del pajarito
remendado y El chivo del cebollar. Piensen que en
esa época todavía la tierra era plana.
Después, en Sáenz Peña, en la librería América, un inolvidable don Molina
me dejaba pasar atrás del mostrador y leer hasta cansarme pequeños libritos que
con el tiempo se fueron agrandando.
Lo que mejor recuerdo son los que después supe que componían Las mil y una
noches.Eran Simbad el marino, Ali Baba y los cuarenta ladrones, Aladino y la lámpara maravillosa, y etcétera etcétera, uno tras otro, inacabables. Y ni hablar de esa
maravillosa historia de una esclava que va ganando los días de su vida —o mejor
sus noches—, una tras otra durante tres años. Recomiendo especialmente volver a
ese comienzo de Las mil y una noches.
Después siguieron las historietas, y Salgari y Stevenson. Y Horacio
Quiroga.
¿Desde hace cuánto vive en Buenos Aires?
Desde que en el 76 los militares —con la
total responsabilidad de muchísimos civiles que hoy se hacen los distraídos—,
decidieron echarnos a mi esposa, a mis amigos y a mí, de la Universidad de Córdoba y de
todo lugar de trabajo. Buenos Aires era un lugar para borrarse y seguir
viviendo.
¿Modifica en algo su literatura el lugar de residencia?
Podría jurar que no pero creo que sí. No sé
cómo, pero seguramente un libro como Sapo en Buenos Aires, y otros donde
las cosas no son tan evidentes, no se me hubiesen ocurrido si no me echaban de
mi casa.
¿Cree que existe una posible “literatura chaqueña”?
Espero que no. Lo mejor es que exista una
buena literatura escrita en el Chaco o por chaqueños. Hermosos cuentos, novelas
y poemas donde nadie se dé cuenta de que están escritos en el Chaco.
¿Incursionó alguna vez en lo que podría llamarse “literatura para adultos”?
Es lo que hice siempre y sigo haciendo
pero, como en todas las cosas, en el rubro editorial el que manda es el
mercado, y el mercado me publica lo que escribo para chicos.
¿La literatura “infantil” tiene el reconocimiento que merece?
Sí y no.
Sí, porque cada vez se lee más, aunque los
grandes digan que ya no se lee como antes. Son nostalgiosos de un pasado
inexistente.
No, porque siempre están faltando cinco para el
peso, como decía mi abuelita, y uno siempre quiere un poco más. En realidad
bastante más. Y con todo derecho. Hay demasiadas confusiones con las cosas para
chicos. Se les sigue pidiendo que sean utilitarias, que sean políticamente
correctas, que no los hagan volar sino que los hagan poner los pies sobre la
tierra, y además que les enseñen un poco de geografía y si se puede de historia
y matemáticas.
¿Qué debe tener y, sobre todo, qué no debe tener, un buen cuento infantil?
Como la pregunta es muy difícil,
contesto con una parcial trampa: exactamente lo mismo que un buen cuento para
grandes.
Por MARIO
FIGUEROA
Neuquén > El escritor Gustavo Roldán es un referente ineludible a la hora de hablar de literatura infantil. Conocedor como pocos de la vida en el monte –nació en la localidad chaqueña de Fortín Lavalle en 1935, cerca del Bermejo- supo dar vida a singulares historias en las que los protagonistas son los animales.
La entrevista con el autor de “El camino de la hormiga”, “Los sueños del yacaré y “El vuelo del sapo”, entre otros libros, se realizó en las últimas horas del año pasado que para el escritor “fueron muy conflictivas para el país y para el mundo”, aunque reconoció que “por los menos los últimos mil años” también lo fueron.
Roldán accedió a conversar con La Mañana de Neuquén dejando por un momento la escritura de algunos cuentos y poemas “que serán lo mejor que hice, porque siempre el cuento o el poema mejor será el que voy a escribir mañana”.
Gran parte de su obra ha sido reconocida en general a partir de los textos para chicos, pero usted también ha escrito bastante para grandes. ¿Lo condiciona el público a la hora de sentarse a escribir?
Creo que no. Escribo lo que tengo ganas, eso quiere decir lo que puedo, sin pensar en ningún público en particular. Después, cuando un cuento o un poema está terminado, resuelvo para dónde va.
¿Qué características tiene o debería tener la literatura infantil a diferencia de la literatura de los adultos?
Trato de que las cosas no sean diferentes y, en todos los casos, que lo importante sea lograr una buena literatura. Si no se logra será un problema de incapacidad, pero no de intención. A lo que más hay que escapar es a esa repetida idea de que a los chicos siempre se debe estar enseñándoles algo, con una idea escolarizada.
Mucho se habla de que la literatura debe cumplir una función social, de transmisión de valores y de recreación. ¿Usted cree que la literatura tiene alguna función o debe cumplir algún mandato?
Creo en la literatura y creo en la revolución. También puede haber libros de entretenimiento, y eso no es malo, pero la literatura es necesariamente revolucionaria. Siempre es una propuesta para cambiar el mundo, para hacerlo un poco mejor, donde las injusticias no parezcan algo natural.
Usted ha contado que su infancia estuvo marcada por las historias que se contaban de boca en boca. ¿Qué papel le atribuye a la oralidad a la hora de acercar la literatura a los chicos o viceversa?
No existe nada más importante que la oralidad. Ésa es la verdadera y más perfecta forma del arte literario. Los libros son una necesidad y una conveniencia, y son un material imprescindible, pero les falta mucho para lograr las significaciones que se dan con los tonos de la voz.
Los animales han tenido siempre un rol central en muchos de sus cuentos para chicos, ¿qué encuentra en ellos para volverlos personajes con rasgos “humanos”?
Me crié en el monte chaqueño, en Fortín Lavalle, a las puertas del Impenetrable, donde sólo tenía animales para jugar. Ahí, después del patio de mi casa, comenzaba el monte más grande del mundo. Por lo menos en esa época, cuando yo tenía cuatro o cinco años, era el monte más grande del mundo. Y ahí estaban el coatí y la iguana, el quirquincho, el tatú, las lagartijas, a veces algún oso hormiguero o un tapir, los monos saltando de árbol en árbol, y los pájaros más hermosos que uno pudiera imaginar. Aprendí a conocerlos y a quererlos. También estaban las víboras, pero yo sabía que había que mantenerse lo más alejado posible. Por otro lado también me vinieron muy bien cuando necesité eludir las distintas formas de censura por querer decir cosas que no eran políticamente correctas. Cuando la literatura es políticamente correcta no vale la pena leerla.
¿Ha sentido condicionamientos o censura en su trabajo?
Aquí sí que me vinieron muy bien mis relaciones con los animales. La censura, ahora, en esto que llamamos democracia, es muy inteligente o muy astuta. Se ejerce de una manera solapada, como para que nadie pueda decir que existe, pero algunas acciones non sanctas de un piojo o una pulguita, consiguen colarse por entre las piernas de las buenas intenciones. También hay que confiar un poco en la estupidez de los censores.
¿Siente que sobreviven aún muchos temas que no se tocan en los cuentos y novelas para chicos?
Se va haciendo camino, pero el camino es muy largo y los miedos son muchos. Entonces resulta más fácil hacerse el distraído y esquivar todo lo que pueda resultar conflictivo a la vista de la empresa editorial, de las buenas familias, de los maestros celosos con el cuidado de los chicos. Y cuidar a los chicos viene a significar que conviene preocuparnos por salvar a las ballenas y no ver que a la vuelta de mi casa hay gente durmiendo en la calle y comiendo de las bolsas de basura. Todavía están presentes los miedos y las prohibiciones de libros que hizo la última dictadura. Recién ahora se comienza a encontrar culpables, aunque la buena sociedad prefiera olvidar porque se sabe cómplice, y cuando se remueve mucho la basura quién sabe lo que se puede encontrar.
A veces parece que el precio de libros no ayudan mucho a promover la lectura. Sin embargo las librerías están inundadas de libros para chicos. ¿Cómo se pueden acercar libros y lectores?
Más de una vez los que sostienen que los libros son caros se bajan de un auto de muchos miles de dólares y caminan con unas zapatillas de un precio que asusta. Lo que sí hace falta es más intervención del Estado. Hoy se está haciendo mucho, pero todo lo mucho, por el atraso que se arrastra, todavía es demasiado poco.
¿Qué deberían tener en cuenta los padres a la hora de elegir un libro para chicos?
Preguntar y aprender. Y equivocarse una y otra vez. Y saber que todo lo que viene de la televisión, salvo rarísimas excepciones, es basura. Saber lo que no sirve es un paso adelante. Pero lo importante es preocuparse en serio del problema, porque vale la pena, se trata nada menos que de la salud de un hijo.
¿Qué papel le atribuye a la escuela y a las bibliotecas para fijar hábitos de lectura?
La escuela y las bibliotecas tienen una importancia fundamental. De alguna manera ahí se depositó el mayor esfuerzo por acercar los libros a los chicos. Pero eso es una responsabilidad de la escuela y de la familia, de las dos partes por igual, y a veces la familia se desentiende tapada por otros problemas y queda la escuela sola. Es difícil caminar con una sola pata. Pero se está peleando para que las cosas mejoren. Claro que es una pelea a largo plazo, pero si uno mira y compara con décadas anteriores, el mundo no se ve tan negro.
¿Qué escritores o libros recuerda que lo hayan fascinado en la infancia y en la adolescencia?
“Las mil y una noches”, “Sandokán” y todos los piratas de Emilio Salgari, Jack London con “Colmillo blanco” y las aventuras de los buscadores de oro, Robert Stevenson y su inolvidable “La isla del tesoro”, y su obra completa. Y las historietas, que en aquellas lejanas épocas no eran muy prestigiosas, cosa que a mí no me importaba, y que me hicieron vivir enormes e inolvidables aventuras.
Una reflexión sobre María Elena Walsh, recientemente fallecida.
A veces, cuando alguien se nos va, salimos perdiendo todos. Pero cuando lo que queda está metido en la memoria no desaparece nunca. ¿O acaso existe algún hombre, alguna mujer, algún chico, que no sepa cantar una canción de María Elena Walsh? Las puertas que abrió fueron muchas, en especial ésas para ir a jugar, para jugar en serio, que es la mejor manera de jugar. Sí, se fue, pero mientras sepamos cantar...
Horas de felicidad
Neuquén > Gustavo Roldán se define como un lector que iba tomando lo que se le cruzaba en el camino aunque también “elegía algunos caminos”, salvo en las épocas como universitario “donde había que rendir literaturas organizadas por naciones”. Le agradece a la literatura por haberle dado “horas de riqueza y felicidad y sabiduría”. Dice que en los libros encontró y sigue encontrando “una fuente inagotable de maravillas que no tiene igual”.
Para el escritor todas las horas son buenas para escribir. Se confiesa creyente del lápiz y del papel porque cree “en la mano que va dibujando palabras y se detiene pensando (la mano) cuál es el sonido siguiente. Después viene la computadora, que es una maravilla para corregir y tachar hasta que el tiempo dice basta”.
www.lmneuquen.com.ar/noticias/2011/1/30/los-libros-son-una-necesidad_96753
Neuquén > El escritor Gustavo Roldán es un referente ineludible a la hora de hablar de literatura infantil. Conocedor como pocos de la vida en el monte –nació en la localidad chaqueña de Fortín Lavalle en 1935, cerca del Bermejo- supo dar vida a singulares historias en las que los protagonistas son los animales.
La entrevista con el autor de “El camino de la hormiga”, “Los sueños del yacaré y “El vuelo del sapo”, entre otros libros, se realizó en las últimas horas del año pasado que para el escritor “fueron muy conflictivas para el país y para el mundo”, aunque reconoció que “por los menos los últimos mil años” también lo fueron.
Roldán accedió a conversar con La Mañana de Neuquén dejando por un momento la escritura de algunos cuentos y poemas “que serán lo mejor que hice, porque siempre el cuento o el poema mejor será el que voy a escribir mañana”.
Gran parte de su obra ha sido reconocida en general a partir de los textos para chicos, pero usted también ha escrito bastante para grandes. ¿Lo condiciona el público a la hora de sentarse a escribir?
Creo que no. Escribo lo que tengo ganas, eso quiere decir lo que puedo, sin pensar en ningún público en particular. Después, cuando un cuento o un poema está terminado, resuelvo para dónde va.
¿Qué características tiene o debería tener la literatura infantil a diferencia de la literatura de los adultos?
Trato de que las cosas no sean diferentes y, en todos los casos, que lo importante sea lograr una buena literatura. Si no se logra será un problema de incapacidad, pero no de intención. A lo que más hay que escapar es a esa repetida idea de que a los chicos siempre se debe estar enseñándoles algo, con una idea escolarizada.
Mucho se habla de que la literatura debe cumplir una función social, de transmisión de valores y de recreación. ¿Usted cree que la literatura tiene alguna función o debe cumplir algún mandato?
Creo en la literatura y creo en la revolución. También puede haber libros de entretenimiento, y eso no es malo, pero la literatura es necesariamente revolucionaria. Siempre es una propuesta para cambiar el mundo, para hacerlo un poco mejor, donde las injusticias no parezcan algo natural.
Usted ha contado que su infancia estuvo marcada por las historias que se contaban de boca en boca. ¿Qué papel le atribuye a la oralidad a la hora de acercar la literatura a los chicos o viceversa?
No existe nada más importante que la oralidad. Ésa es la verdadera y más perfecta forma del arte literario. Los libros son una necesidad y una conveniencia, y son un material imprescindible, pero les falta mucho para lograr las significaciones que se dan con los tonos de la voz.
Los animales han tenido siempre un rol central en muchos de sus cuentos para chicos, ¿qué encuentra en ellos para volverlos personajes con rasgos “humanos”?
Me crié en el monte chaqueño, en Fortín Lavalle, a las puertas del Impenetrable, donde sólo tenía animales para jugar. Ahí, después del patio de mi casa, comenzaba el monte más grande del mundo. Por lo menos en esa época, cuando yo tenía cuatro o cinco años, era el monte más grande del mundo. Y ahí estaban el coatí y la iguana, el quirquincho, el tatú, las lagartijas, a veces algún oso hormiguero o un tapir, los monos saltando de árbol en árbol, y los pájaros más hermosos que uno pudiera imaginar. Aprendí a conocerlos y a quererlos. También estaban las víboras, pero yo sabía que había que mantenerse lo más alejado posible. Por otro lado también me vinieron muy bien cuando necesité eludir las distintas formas de censura por querer decir cosas que no eran políticamente correctas. Cuando la literatura es políticamente correcta no vale la pena leerla.
¿Ha sentido condicionamientos o censura en su trabajo?
Aquí sí que me vinieron muy bien mis relaciones con los animales. La censura, ahora, en esto que llamamos democracia, es muy inteligente o muy astuta. Se ejerce de una manera solapada, como para que nadie pueda decir que existe, pero algunas acciones non sanctas de un piojo o una pulguita, consiguen colarse por entre las piernas de las buenas intenciones. También hay que confiar un poco en la estupidez de los censores.
¿Siente que sobreviven aún muchos temas que no se tocan en los cuentos y novelas para chicos?
Se va haciendo camino, pero el camino es muy largo y los miedos son muchos. Entonces resulta más fácil hacerse el distraído y esquivar todo lo que pueda resultar conflictivo a la vista de la empresa editorial, de las buenas familias, de los maestros celosos con el cuidado de los chicos. Y cuidar a los chicos viene a significar que conviene preocuparnos por salvar a las ballenas y no ver que a la vuelta de mi casa hay gente durmiendo en la calle y comiendo de las bolsas de basura. Todavía están presentes los miedos y las prohibiciones de libros que hizo la última dictadura. Recién ahora se comienza a encontrar culpables, aunque la buena sociedad prefiera olvidar porque se sabe cómplice, y cuando se remueve mucho la basura quién sabe lo que se puede encontrar.
A veces parece que el precio de libros no ayudan mucho a promover la lectura. Sin embargo las librerías están inundadas de libros para chicos. ¿Cómo se pueden acercar libros y lectores?
Más de una vez los que sostienen que los libros son caros se bajan de un auto de muchos miles de dólares y caminan con unas zapatillas de un precio que asusta. Lo que sí hace falta es más intervención del Estado. Hoy se está haciendo mucho, pero todo lo mucho, por el atraso que se arrastra, todavía es demasiado poco.
¿Qué deberían tener en cuenta los padres a la hora de elegir un libro para chicos?
Preguntar y aprender. Y equivocarse una y otra vez. Y saber que todo lo que viene de la televisión, salvo rarísimas excepciones, es basura. Saber lo que no sirve es un paso adelante. Pero lo importante es preocuparse en serio del problema, porque vale la pena, se trata nada menos que de la salud de un hijo.
¿Qué papel le atribuye a la escuela y a las bibliotecas para fijar hábitos de lectura?
La escuela y las bibliotecas tienen una importancia fundamental. De alguna manera ahí se depositó el mayor esfuerzo por acercar los libros a los chicos. Pero eso es una responsabilidad de la escuela y de la familia, de las dos partes por igual, y a veces la familia se desentiende tapada por otros problemas y queda la escuela sola. Es difícil caminar con una sola pata. Pero se está peleando para que las cosas mejoren. Claro que es una pelea a largo plazo, pero si uno mira y compara con décadas anteriores, el mundo no se ve tan negro.
¿Qué escritores o libros recuerda que lo hayan fascinado en la infancia y en la adolescencia?
“Las mil y una noches”, “Sandokán” y todos los piratas de Emilio Salgari, Jack London con “Colmillo blanco” y las aventuras de los buscadores de oro, Robert Stevenson y su inolvidable “La isla del tesoro”, y su obra completa. Y las historietas, que en aquellas lejanas épocas no eran muy prestigiosas, cosa que a mí no me importaba, y que me hicieron vivir enormes e inolvidables aventuras.
Una reflexión sobre María Elena Walsh, recientemente fallecida.
A veces, cuando alguien se nos va, salimos perdiendo todos. Pero cuando lo que queda está metido en la memoria no desaparece nunca. ¿O acaso existe algún hombre, alguna mujer, algún chico, que no sepa cantar una canción de María Elena Walsh? Las puertas que abrió fueron muchas, en especial ésas para ir a jugar, para jugar en serio, que es la mejor manera de jugar. Sí, se fue, pero mientras sepamos cantar...
Horas de felicidad
Neuquén > Gustavo Roldán se define como un lector que iba tomando lo que se le cruzaba en el camino aunque también “elegía algunos caminos”, salvo en las épocas como universitario “donde había que rendir literaturas organizadas por naciones”. Le agradece a la literatura por haberle dado “horas de riqueza y felicidad y sabiduría”. Dice que en los libros encontró y sigue encontrando “una fuente inagotable de maravillas que no tiene igual”.
Para el escritor todas las horas son buenas para escribir. Se confiesa creyente del lápiz y del papel porque cree “en la mano que va dibujando palabras y se detiene pensando (la mano) cuál es el sonido siguiente. Después viene la computadora, que es una maravilla para corregir y tachar hasta que el tiempo dice basta”.
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