CÓMO TRABAJAR LA ESCRITURA CON LOS ESTUDIANTES DE
SEGUNDO CICLO DE LA ESCUELA PRIMARIA
Todo lector, niño o adulto, es capaz de detectar
en las OBRAS LITERARIAS (OL) un lenguaje, intenso, poseedor de cierta cadencia,
cierto ritmo, una extraña resonancia que
– como por arte de magia - es capaz de exceder
el significado referencial del lenguaje cotidiano.
Esta
forma particular de decir las cosas, atrae sobre sí la atención, SEDUCE al lector y entonces cuando éste se
adentra en el universo literario, recupera el valor de las palabras, se va
habituando a hacer algo más que
simplemente mirar a través del lenguaje, comienza a “mirar” el lenguaje
mismo, un lenguaje que no es tan transparente,
que no es solo un lente a través del cual acceder a un significado, que se
vuelve opaco y se hace notar
“Adentrarse
en el universo literario es ingresar en otros mundos posibles, vivir otras vidas
y considerar la propia desde otras perspectivas”
La literatura
– como cualquier objeto artístico – se caracteriza por su pluralidad de
sentidos, como docentes nos compete compartir ese disfrute de leer por leer. De
eso se trata, leer sin acribillar a los niños a preguntas capaces de destruir
toda magia. Leer es una aventura que siempre deberíamos habilitar en la escuela
porque la lectura es un disfrute, en
especial si llega de la mano de un docente apasionado.
Una
pregunta importante es saber qué hace que un texto sea literario. Todos sabemos
que se trata de ese trabajo especial
sobre el lenguaje. Comenzar a ver, cómo se
construye. No es lo mismo decir “Hace calor” que escribir “El calor se
pasea pesadamente por la habitación”..
En
efecto, la literatura propone
un lenguaje lleno de asociaciones posibles, rico en connotaciones y alusiones que
el lector puede asignarle a partir de su propia experiencia y conocimiento. Las
figuras del lenguaje: imágenes sensoriales, metáforas, comparaciones,
personificaciones, permiten palpar esta experiencia estética; su valoración no depende
de reconocerlos como una taxonomía –en el ejercicio de señalar recursos en un texto–,
sino de ampliar con ellos la experiencia de los chicos como auténticos
escritores y lectores de literatura.
Tenemos
que ayudar a nuestros pequeños estudiantes que descubran cómo se construye, cómo se opera sobre el lenguaje,
qué figuras tiene, cómo se van presentando los distintos aspectos que
configuran el texto. Para llegar a hacer esto, aparecen como auxilio las
distintas teorías literarias, que van a ayudarnos a ver algo que como lectores
ingenuos a veces no lo podemos ver. Y ahí está la ayuda que nosotros podemos
brindar a nuestros alumnos, preparándonos para ver aquello que, con seguridad, por
sí solos no puedan ver. Quiere decir que lo primero que vamos a tener que hacer
es tomar conciencia, en una segunda lectura de qué estrategias se vale el escritor
para generar ciertas reacciones en el lector. Ahora bien, desde el punto de
vista didáctico es recomendable mirar de una cosa por vez porque de otro modo
“el bosque no nos permitirá observar las particularidades del árbol”…
En
este artículo solo vamos a trabajar un aspecto fundamental en la composición
del texto literario (OL):
LA ENUNCIACIÓN NARRATIVA.
Ahora
bien, ¿qué es la ENUNCIACIÓN NARRATIVA?
Componer un texto narrativo implica, tomar una decisión sobre el punto de vista o sea preguntarse cómo voy a
contar esa historia.
María Filinich dice que “Es precisamente la
adopción de un ángulo de observación de los sucesos por parte de un sujeto de
enunciación lo que confiere a una serie de hechos el carácter de historia” Porque la resolución de una historia se asienta
en buena medida en la selección, en el
recorte o en la renuncia a contar de tal
o cual manera. Es bueno entonces saber que optar por un narrador es al mismo
tiempo una decisión y una renuncia, aceptación de los límites y de las leyes
del narrar, porque es precisamente la sujeción a una ley lo que hará que una
historia pueda nacer desde el caos. Que los niños sepan que todo escritor
se hace estas preguntas y toma decisiones de acuerdo con los efectos que desea
provocar en el lector y que se corra de la idea que el escritor es un señor
alocado que en un rapto de inspiración decide contarnos una historia. Ser
escritor es un trabajo, requiere tiempo y esfuerzo como cualquier otro trabajo.
Es importante que podamos reflexionar sobre este aspecto y que luego ellos
decidan por qué desean escribir desde ese lugar y no desde otro.
Para que la narrativa sea posible, es decir para que podamos acceder a los
hechos que se nos cuentan es indispensable entonces la figura del narrador. Así, un narrador es, en principio, la persona
verbal a través de la cual se ejerce el acto de contar. Sin embargo un narrador
es mucho más que eso, es por sobre todo la conciencia
del relato, la conciencia a través de la cual pasan los hechos contados.
Así, en el acto narrativo que es el cuento (o la novela), el narrador cuenta,
lo que es decir da cuenta de su particular modo de ver esos hechos, ya
que las cosas no son lo que son de un modo absoluto sino que, podríamos decir
siguiendo la frase popular, son según el cristal con que se miran.
Podríamos clasificar gruesamente a
los narradores según la persona verbal utilizada, como narradores en primera, en segunda, en tercera
persona. Sin embargo, bastaría echar mano a los dos o tres primeros ejemplos
que encontremos para comprobar cómo lo sencillo puede volverse infinitamente
complejo, infinitamente rico en matices, según quién y cómo use la palabra yo,
una palabra que lo abarca todo: conciencia, ideología, sentimientos,
conocimientos, lenguaje, cultura, espacio geográfico, tiempo histórico,
capacidad de comprensión, singularidad sobre todo pero también pluralidad,
distancia con lo contado, posición/ afinidades/ diferencias respecto de lo
contado. Con lo que estamos diciendo cae por tierra cualquier pregunta para
detectar el tipo de narrador y solo eso, además ese tipo de preguntas no tienen
sentido porque mi objetivo como docente es lograr que los chicos PROGRESEN en la escritura y no que vean un tipo de
narrador y ya.
El punto de vista desde el cual se cuenta una historia es lo más importante en esa historia, lo primero a decidir, lo que determinará todo el resto, cada palabra, cada puntuación que ahí vaya. Me atrevería a decir que una historia no es tal por separado sino a través de su narrador y su punto de vista. Que nosotros la separamos a los efectos de trasmitir el proceso de escritura o de lectura, pero que ambas cuestiones - lo narrado y el punto de vista- son una sola misma cosa.
El punto de vista está constituido por la siempre particular voz que narra, por la distancia, vinculación, grado de compromiso y ángulo de mirada que el narrador tiene con respecto a lo narrado, más eso intangible (lo más difícil de alcanzar en la narrativa) que es el tono, acaso el estado íntimo y el grado de subjetividad con que quien escribe una historia pretende que el narrador narre lo narrado.
Por otra parte debemos considerar, ademas el tono,vale decir el estado, sutileza, espiritualidad que el narrador imprime de un modo sutil, casi invisible (como una lluvia de polvo) sobre lo narrado El tono va siempre en estrecha relación con el narrador elegido y con el punto de vista y se manifiesta –como todo en un texto- en las palabras elegidas y en su especial, particular, combinatoria.
A la hora de escribir una historia, una vez decidida la voz narrativa y el punto de vista desde el cual narrar, se vuelve fundamental el control de esa voz como una unidad (hecha de cohesión, de coherencia ideológica, psicológica, social, cultural, lingüística) de todo lo contado para que no se interponga nuestra propia voz ni interfieran otras voces posibles ni otros posibles saberes o poderes sobre lo narrado. Hiperconciencia también acerca de las posibilidades, tonalidades y límites que cada tipo de narrador ofrece.
Es bueno saber, por ejemplo que la tradición oral, lo mismo que la literatura narrativa de carácter sagrado, implica la existencia de un narrador cuya autoridad no sea puesta en duda. En la tradición oral el narrador trabaja a partir de la tradición, en la literatura sagrada, el narrador es el inspirado a quien Dios le ha insuflado el conocimiento, pero siempre es depositario de toda la verdad y tiene la última palabra sobre la historia.
Otro caso diferente es el de el narrador en tercera persona clásico, el narrador omnisciente de los cuentos tradicionales, que funciona como un gran ojo que asiste al despliegue de unos personajes como quien mirara un teatro de sombras.
En la mayoría de las obras narrativas para adultos del siglo XIX, los escritores no aparecen muy preocupados por el problema del narrador (el novelista cuenta y da por supuesto que unos lectores lo leerán y eso basta). La conciencia acerca de la figura del narrador se acrecienta notablemente en torno a Freud y al descubrimiento del inconciente, sin lo cual no podrían explicarse ni Joyce, ni Hermann Broch, ni Kafka, ni Faulkner, por dar sólo algunos ejemplos, y desde ese momento la figura del narrador/punto de vista ya no cesa de complejizarse, paralela a la convicción cada vez más potente de que no existen verdades absolutas, que cada uno de nosotros construye su pequeña verdad.
En la literatura destinada a niños y jóvenes, como sucede en otras cuestiones, esta preocupación y esta conciencia es mucho más tardía y más aún lo es en nuestro país, donde la narración de historias de largo aliento, salvo algunas excepciones, ha comenzado hace, relativamente, pocos años.
El narrador omnisciente, un narrador que en buena medida se acompaña por verbos en pretérito imperfecto, que aportan un matiz de durabilidad en el pasado y de acción de efecto inacabado, impreciso, remite –como decíamos- a un tiempo lejano, ya perdido, un tiempo atravesado por las fuerzas del bien y del mal, por el asombro y por la magia y fuertemente anclado en una dimensión ética de la existencia. Se trata de un narrador que reclama un tú lleno de fe, un tú que acepte sin remilgos el mundo narrativo que se le ofrece, un tú con casi tanta fe como aquellos hombres que cubiertos apenas por pieles o desnudos se sentaban en torno al fuego a oír las primeras historias.
Algunos narradores son más difíciles de sostener con elegancia a todo lo largo de un cuento o de una novela. El narrador en segunda persona, por ejemplo, a menudo demanda verbos en futuro, y nos lleva con frecuencia a un matiz imperativo, a lo indefectible, a cierta condición de inevitabilidad de los hechos narrados. Cuestión que puede venir a enriquecer o a entorpecer lo contado, según el proyecto de escritura que tengamos.
Suceden cuestiones similares en otras exploraciones narrativas poco usuales, tales como un narrador impersonal sostenido por verbos en infinitivo a la manera de un instructivo.
Como puede verse no es un tema sencillo de modo que debemos trabajarlo con cuidado y poco a poco. La modalización de la voz narrativa involucra varias dimensiones interrelacionas: la puesta en palabras de la historia que se comunica, los efectos de persuación del relato destinados al lector potencial, la forma en la que se articulará la voz del narrador con la voz de los personajes. Si como docentes somos capaces de tomar conciencia de esta complejidad jamás se nos ocurriría dar una consigna tan.. faraónica como: "Escriban un cuento fantástico" porque para llegar a hacer algo así hay que recorrer un largo, largo camino...
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