Por Naomi Aldort Autora de Aprender a educar sin gritos,
amenazas ni castigos
En la primera infancia, el hecho de morder no es diferente de otras formas
de agresión. Un mordisco ocasional puede ser algo pasajero y sin importancia.
Es probable que algunos niños pequeños, que todavía no disponen de un lenguaje
suficientemente rico, utilicen su cuerpo para expresarse. Si respondes
rápidamente al primer intento, con claridad y con amabilidad, no habrá una
segunda vez. Si un niño o niña repite un mordisco, puede ser por dos
cosas: que tus respuestas no han sido lo suficientemente claras, o que la razón
por la que ha empezado a morder no se haya resuelto.
Los niños muerden mucho más cuando están al cuidado de otra persona, en
grupo o en jardines de infancia que cuando están siempre al cuidado de sus
padres. No obstante, los niños atendidos en casa también pueden morder, aunque
en un grado menor.
Un niño siempre persigue sus necesidades de forma inocente. Cualquier cosa
que haga tiene una razón válida, un propósito específico. Puede ser que tenga
hambre, que esté descubriendo los conceptos de causa y efecto, que le estén
saliendo los dientes, que esté imitando a otro niño, o que se sienta
frustrado..
Cuando un niño muerde de forma ocasional
Más que centrarte en el hecho de morder en sí, céntrate en las causas
subyacentes por las que el niño o la niña ha necesitado morder. No me refiero a
lo que quiere en ese momento (una golosina, un juguete), sino a la razón
profunda que le lleva a expresarse mordiendo. Piensa si puede deberse a un
sentimiento de frustración, soledad, celos, impotencia, o una necesidad de más
afecto y autonomía. Atiende las causas subyacentes y el síntoma desaparecerá.
Gritar, amenazar o castigar al niño no va a ayudar, ya que son respuestas que
no se dirigen a la causa real, el niño se sentirá peor y morderá más.
A veces, un niño llega a morder después de ver que los adultos toleramos
algunas agresiones al cuerpo o al entorno. Simplemente participa de lo que está
observando..
La necesidad de morder, a menudo, es el resultado de sentirse demasiado
limitado. Esperar que el niño se contenga a sí mismo (esté tranquilo, acate
nuestras propias necesidades o sea educado) puede llevar a un sentimiento de
rabia y de impotencia. Aunque tenga los padres más atentos y sensibles del
mundo, cualquier niño tiene muchas oportunidades para sentirse impotente y
frustrado. Un grito en respuesta a su mordisco puede satisfacer su necesidad de
sentirse poderoso: “Ese grito lo he provocado yo”. En mi libro Aprender a educar sin gritos,
amenazas ni castigos puedes leer todo un capítulo sobre
la necesidad de autonomía y poder de los niños, y cómo satisfacer esa necesidad
a través del juego, de manera que el niño no necesite morder o pegar.
Prevenir los mordiscos
Es poco probable que un niño que se siente conectado, amado, autónomo y en
paz llegue a morder. No necesita hacerlo. Por eso, el primer paso hacia la
prevención es respetar la guía interior de la criatura, evitar depositar
sobre él o ella expectativas inadecuadas y restricciones excesivas, y
permanecer unidos y conectados. Puede que tengáis que evitar exponerle al juego
con otros niños de la misma edad, que a menudo es demasiado difícil para los
niños pequeños. Observa si tu hijo o hija es mucho más feliz jugando con un niño
mayor o contigo.Tómate las indicaciones de tu hija muy en serio. Ella depende
de tus cuidados. Si muerde para llamar tu atención, es porque necesita más
atención de la que está dando. Es una necesidad válida y real. Si está
frustrada, piensa en la posibilidad de reducir la cantidad de estímulos que
recibe y proporciónale juegos e interacciones adecuados para su capacidad.Otra
forma de prevenir los mordiscos es reducir el estrés y llevar un estilo de vida
más tranquilo. Quédate más en casa, y dedica tiempo a tu niño o niña.
Reaccionar al primer mordisco
Cuando un niño intenta morder por primera vez, una respuesta física rápida,
clara y cariñosa puede prevenir que se produzca de nuevo. Muchos padres dudan y
reaccionan demasiado despacio. Tratando de ser amables, se olvidan de actuar.
Una madre me dijo: “Le digo amablemente que no debe morder y que eso duele,
pero lo sigue haciendo”.
Los niños pequeños aprenden mejor con sus cuerpos. Sé respetuoso y amable,
pero también actúa físicamente, con rapidez y claridad. Si tu hijo le muerde a
otro niño, ve rápidamente y apártalo (igual que harías si lo vieras correr
hacia la carretera) mientras dices algo así como: “¡Oh, no!”, en un tono claro
pero amable. La primera vez puede ser la última si tu respuesta es clara. Si
pruebas primero con las palabras y esperas a intervenir cuando el niño ya se ha
lanzado a su acción, seguramente lo volverá a hacer. No se lo tomará muy en
serio si tú no lo haces. Sé amable, amoroso y sensible cuando detengas al niño.
No juzgues ni sermonees. En lugar de eso, mírale a los ojos, sonríe, abrázalo y
valida sus emociones: “¿Ya has jugado bastante con Lili? ¿No quieres jugar
más?” Puede que tenga hambre, que necesite llorar o simplemente estar cerca de
ti. También puedes ofrecerle algo para morder, como un alimento o un objeto
adecuado para ello.
Morderle al niño “para que aprenda lo que se siente” le creará confusión y
le hará daño. Si actúas así, le estarás comunicando que eso es algo que se
puede hacer, ya que tú lo estás haciendo. Su reacción será de dolor,
consternación y miedo, ya que tú eres la persona en quien confía para recibir
amor incondicional y sentirse seguro. Darle una miniconferencia a un niño
pequeño tampoco es beneficioso. Todo lo que el niño podrá entender es: “Mi papá
no está contento conmigo. Soy malo”. Como resultado, dudará de sí mismo e
incluso morderá más.
Satisfacer las necesidades
Para prevenir las causas por las que el niño muerde, colma sus necesidades
básicas de amor, atención, conexión y cuidados. Esto no significa que tengas
que darle siempre todo lo que pide. Un niño emocionalmente contenido no pide
tantas cosas. Pedir cosas es un sustituto de una necesidad primal. La cercanía
física previene la mayor parte de las dificultades de los niños pequeños. No
obstante, si tienes más de un hijo, no siempre es posible mantener esa
cercanía. Haz todo lo que puedas para ofrecer espacio para que cada niño pueda
estar cerca de ti. Siéntate a dar el pecho en un sofá grande, toma la mano del
niño que no se puede sentar en tu regazo, y conecta con él a través del tacto y
de las palabras: “Cuando se duerma el bebé, vamos a leer un cuento juntos.
Tengo muchas ganas de estar contigo.”
Muchas veces, morder es solo un juego. Cualquier cosa que haga el niño nos
dice cómo podemos ayudarle. Si muerde porque le gusta el efecto que eso
produce, le podemos ofrecer otras actividades que satisfagan esa necesidad.
Déjale encender y apagar la luz, o subir y bajar el volumen de la música;
déjale empujar el carrito, regar el jardín con la manguera, o producir otros
efectos dramáticos.
Nunca hay necesidad de regañar o enfadarse con el niño. No tiene mala
intención. Está haciendo lo mejor que puede para cuidarse a sí mismo. Necesita
una guía, satisfacer sus necesidades, un lugar seguro donde depositar su
frustración, sus deseos de jugar, donde recibir amor y atención. Sé el aliado
de tu hijo. Los niños pequeños no muerden, pegan o rompen cosas cuando gozan de
contención, cuando respondemos a sus iniciativas con rápidez, de forma física,
clara y tranquila. Si un niño rompe un libro, respóndele rápidamente y ofrécele
en lugar del libro una pila de revistas viejas. Si se mancha el pelo con la
comida, toma la cámara de fotos y disfruta de la diversión; tendrás todo el
tiempo del mundo para limpiar, y muy poco tiempo para disfrutar de tu niño.
Detener al niño que ya muerde
Colmar las necesidades de cercanía, afecto y contacto humano son la clave
para prevenir cualquier tipo de agresión y de dificultad emocional. Permanece
cerca del niño, sé atento, disfrutalo, y su felicidad le hará estar en paz
consigo mismo y con los demás.
Mis hijos han confiado en mi guía porque siempre he estado junto a ellos.
Por ejemplo, en lugar de decir “no hagas eso”, me acercaría rápidamente,
interrumpiría la acción y ofrecería una solución: “Ya veo que quieres golpear
el suelo con la escoba; mira, aquí puedes golpear, en el porche”. Y si no puedo
ofrecer una solución, estaré ahí para deterner la acción físicamente y validar
los sentimientos del niño si es necesario. Por ejemplo, si mi hijo pequeño
quiere tocar en la tienda un juguete que yo no tengo intención de comprar, le
diré:”Ya veo que te gusta esta casita y que te gustaría llevártela a casa. ¿Te
gustaría mirarla un rato más? Puedo esperar”.
Esta forma de afrontar las cosas le permite al niño ver a Mamá y Papá como
sus aliados. “Se da cuenta de lo que necesito y me lo da”. O bien “Cuando saqué
los libros de la estantería y los rompí, me dio una pila de libros más grandes
(revistas) para que los pudiera romper. Mamá comprende lo que necesito”. Y si
no hay solución, de todas formas puede sentir que “Mamá comprende mis
sentimientos”. El niño no interpreta que lo que quiere es malo, solo que no se
puede hacer.
Todas estas necesidades son variaciones sobre el sentimiento de impotencia.
Para darle al niño un espacio donde pueda expresar su necesidad de poder,
prueba a jugar a “juegos de poder”. (1) Los niños inician a menudo juegos de
poder que suelen ser interrumpidos por los adultos. Si un niño se va corriendo
porque no quiere ponerse el pañal o el pijama, en lugar de frenar su intento de
escapada, juega con él o ella. Puedes decir: “¡Oh no! ¡Otra vez se ha
escapado!”, corre detrás, haz como que lo atrapas, déjale escapar otra vez y
repite el juego de nuevo. Los niños inician espontáneamente muchos juegos de
este tipo. Permanece atento y sé flexible. O bien, podéis jugar a variaciones
del juego “Simón dice”, y tú puedes repetir lo que indique tu hijo o hija. Si
se siente satisfecho a través del juego, no necesitará morder o conseguir poder
de otras formas.
Permite que tu hijo o hija se sienta satisfecho y decida terminar el juego
cuando haya tenido suficiente. Si eres tú quien decide finalizar el juego, el
niño va a percibir que tú tienes el poder, y toda la alegría y el bienestar que
habíais ganado desaparecerán.
Morder a otros niños
Si tu hijo muerde en un grupo de juegos, es que se siente demasiado
frustrado y estaría mejor sin el grupo. No hay prisa en exponer al niño al
juego con otros niños de la misma edad, eso no es natural y crea dificultades
sociales que no son naturales. Si le permites jugar con adultos o con niños
mayores y cariñosos, probablemente dejará de morder.
Cuando un niño muerde a sus hermanos, la situación es similar al reto de
jugar en grupo, solo que es una situación no se puede cambiar. Es evidente que
el niño que le muerde a un hermano se siente frustrado y necesita más conexión
con los adultos. Saber que esta es la causa puede ayudarte a ser empático,
validar sus sentimientos y tal vez ser más creativo para encontrar formas de
dedicar tiempo de atención exclusiva a cada niño. Haz todo lo que puedas para
ofrecer espacio para que cada niño pueda estar cerca de ti. Siéntate a dar el
pecho en un sofá grande, toma la mano del niño que no se puede sentar en tu
regazo, y conecta con él a través del tacto y de las palabras: “Cuando se
duerma el bebé, vamos a leer un cuento juntos. Tengo muchas ganas de estar
contigo.”
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