María Emilia López en diálogo con Laura Demidovich
dice cosas fundamentales para una docente dedicada al espacio del Jardín
MATERNAL… Esta nota es muy enriquecedora y no deberían dejar de leerla y
reflexionar sobre ella.
Yo no
daría recetas, sí recomendaría acercarlos a los libros, y dejarlos hacer. Estar
disponible para acompañar, poner la voz, “prestar” la voz, pero a la vez
dejarlos jugar, interactuar, elegir…
Bibliotecas para bebés: literatura que se
acuna© Entrevista a María Emilia López por Laura Demidovich
“Cuando
mi padre me leía, yo me recostaba sobre él y me volvía parte de su pecho o de
sus brazos. Y yo creo que los niños que son abrazados y sentados en las piernas
–deliciosamente acariciados- siempre asociarán la lectura con los cuerpos de
sus padres, con el olor de sus padres. Y eso siempre te hará lector. Porque ese
perfume, esa conexión, dura para toda la vida”.
Maurice Sendak
Esta entrevista tiene por objeto adentrarnos
en los modos de acercar los libros a los niños más pequeños, tanto en el ámbito
escolar como familiar; indagar en aquellos aspectos que hacen a un buen libro,
en el “cómo” los niños leen… en qué nos hace mejores lectores… en el juego y en
los encuentros entre niños y adultos.
LD: María Emilia, ¿vos ves el rol de las bebetecas del lado del juego
o del aprendizaje y desarrollo evolutivo?
MEL: Esta pregunta me parece interesante,
porque pone en evidencia un modo de pensar las relaciones entre el juego y el
aprendizaje sobre el que creo importante profundizar. Las bibliotecas para
bebés son, desde mi punto de vista, propuestas integrales, porque en la vida de
los bebés y los niños pequeños el juego, el aprendizaje, la creatividad y el
desarrollo evolutivo están íntimamente relacionados, apuntalándose mutuamente
todo el tiempo. Si nos ponemos a observar en qué invierten su tiempo los bebés,
rápidamente nos damos cuenta de que casi toda su vigilia transcurre en plena
exploración, tanto sobre los objetos, como sobre las personas que lo acompañan,
sobre su propio cuerpo, sobre el espacio y los estímulos del ambiente que
habita. Ese impulso, esa búsqueda, esos gestos espontáneos están cargados de
inquietud epistemológica, pero también de ese “porque sí” propio del juego, de
esa repetición ligada al placer por su hacer, de cierto devaneo, de esas imágenes
construidas desde la fantasía. En ese sentido, podríamos decir que las
bibliotecas para bebés son a la vez espacios de juego, de aprendizaje, y
fundamentalmente espacios artísticos. Tal vez este sea el aspecto más
importante de destacar: apartándonos de la falsa dicotomía juego vs.
aprendizaje, las bibliotecas para bebés ofrecen fundamentalmente un campo para
la experiencia del arte. Y el arte y el juego, en la primera infancia, están
fuertemente imbricados.
LD: ¿La relación que establece el bebé es con el objeto libro, con
el lenguaje, con el espacio de la fantasía, con la cultura escrita?
MEL:
Yo creo que los bebés se relacionan con todo eso que mencionás, pero no de
cualquier manera. Para un bebé, un libro es en principio un juguete, así como
las palabras son juguetes, y está muy bien que así sea. Los bebés se acercan a
los libros chupándolos, sacudiéndolos, observándolos, balbuceando, dialogando a
su modo con los personajes o las circunstancias que los libros plantean.
Paulatinamente el libro va dejando de ser un objeto juguete, para convertirse
en un objeto estético particular, más ligado a la cultura escrita. Pero si la
relación de un niño con la literatura es intensa, creo que siempre queda un
fuerte resabio de juego en la experiencia con los libros; porque la fantasía
pertenece al territorio del juego, y es en sí misma una materia prima del
desarrollo lúdico, de la vida imaginaria, y de los libros infantiles. Claro que
para que los libros lleguen a convertirse en objetos estéticos en la percepción
de los niños, hace falta que tengan determinadas características:
fundamentalmente que sean objetos artísticos, es decir que vayan más allá de
las imágenes que reproducen objetos de la realidad y asocian ese objeto con su
nombre, por ejemplo; que las propuestas gráficas y literarias se atrevan a
explorar en la metáfora, porque los niños pequeños están ávidos de metáforas,
de imágenes des estereotipadas, de juegos de palabras, de ritmos, de
intertextualidad. Su propio pensamiento es fuertemente intertextual, por eso lo
que algunos adultos leen como “imagen caótica” o sobrecargada de información,
para los niños pequeños es una lectura no sólo posible sino mucho más sencilla
de lo que imaginamos desde nuestros modos de pensar y leer imágenes, ya
bastante más organizados y a veces muy formateados perceptivamente. Pienso en
muchos libros-álbum, como por ejemplo “En el desván”, de Kitamura, o “Fernando
Furioso”, por citar sólo algunos ejemplos, donde las ilustraciones parecen
estalladas por la cantidad de objetos y personajes minúsculos que ingresan en
cada página, además de la “excentricidad” con que podríamos catalogar a esos
libros si pensáramos que a los bebés y niños pequeños hay que ofrecerles sólo
imágenes e historias cercanas a sus mundos reales, porque si no, no las
comprenderían… Y esos libros también hablan de caos interior, de furias, de
estados de ánimo, de imaginación desbordante; sin embargo, ofrecen una rica
resolución estética, no moral, y eso es lo que los hace grandes libros, y lo
que produce en los niños esa fascinación y a la vez un alto nivel de
comprensión…
LD: En los primeros años las
relaciones con el mundo están cruzadas por lo afectivo. Teniendo esto en cuenta,
¿qué lugar ocupan los mediadores de lectura en estos espacios?
MEL: Aquí volvería un poco a la primera
pregunta… Los procesos mismos de simbolización de los niños pequeños, esos que
hacen al desarrollo evolutivo, están ligados a la metáfora. Cuando la madre
interpreta, y “lee” en las acciones de su hijo sus sentimientos, sus
necesidades, y luego actúa en consecuencia, está apuntalando la función
metafórica. A los gritos de hambre -que en principio son sensaciones internas
desordenadas- ella le pone una palabra calmante y establece un sentido para ese
grito; allí el niño está construyendo metáforas, está aprendiendo a significar
el mundo, está aprendiendo a leerse y a leer los gestos y las palabras de sus
cuidadores, sus rostros, sus actitudes, está ingresando en el lenguaje. El bebé
simboliza, crea imágenes mentales, a su modo “piensa”. La madre y el padre –con
palabras, gestos, voz- narran, historizan, temporalizan, organizan. Cuando
juegan, también poetizan. La madre, el padre o los cuidadores de un bebé son
los primeros mediadores de lectura, de lectura del mundo, de lectura de los
sentidos de la vida psíquica que emerge en el bebé. Vaya tarea la de esos
mediadores… Sin una buena cantidad de esas lecturas medianamente acertadas, los
niños no llegan a constituirse psíquicamente… “Leerlos” y acompañar, leerlos y
jugar, podríamos decir, constituye la base de la tarea de sostén en esa etapa
primera de los bebés y niños pequeños. Y los libros son materiales altamente
recomendables para establecer ese territorio de juego básicamente poético, que
da lugar a la experiencia de la literatura. Los buenos libros no sólo aportan
su riqueza estética, sino que además habilitan una serie de interacciones,
juegos de lenguaje, ritmos, miradas compartidas, atención conjunta entre los
adultos y los niños, sumamente interesantes para el devenir de la capacidad
lectora, y para lo riqueza de los vínculos en sí mismos. Aprender a leer está
en profunda relación con la calidad de las interacciones que se establecen
entre los bebés y sus allegados. Suelo hablar de “protoliteratura”, o
literatura de ocasión, una literatura oral y rítmica, una literatura imbricada
en la melodía de la voz, en el ritmo, en el juego, acompañada a veces de libros
y otras veces de puro balbuceo-cantoonomatopeyas, caricias sonoras… Yo creo que
la afectividad y la lectura están fuertemente relacionadas, ya vimos cómo
Sendak lo decía de un modo tan hermoso…
LD: En EEUU la Asociación Pediátrica recomiendo 10 minutos de
lectura diaria a los niños desde el nacimiento mismo. ¿Este tipo de prácticas
recetadas y pautadas son útiles?
MEL: No creo que sean útiles como imposición,
sí creo que es útil habilitar la lectura con los bebés, algo para lo que muchas
veces no se los supone preparados. Por ejemplo, algunos proyectos de lectura en
consultorios pediátricos, que pueden parecen muy efímeros, pueden constituir
también los primeros encuentros con los libros por parte de padres y niños, y eso
en sí mismo ya es una ganancia. Yo no daría recetas, sí recomendaría acercarlos
a los libros, y dejarlos hacer. Estar disponible para acompañar, poner la voz,
“prestar” la voz, pero a la vez dejarlos jugar, interactuar, elegir…
LD: Gran parte de los padres hoy se encuentran sobrepasados de
preocupaciones que los alejan del espacio de la infancia, ¿crees que la ocasión
de leerles a los niños muy pequeños puede tener efecto también en los adultos?
MEL:
Sí, sin dudas. Creo que el detenimiento, el apaciguamiento, esa cierta
distensión del tiempo cuando compartimos situaciones de lectura con los chicos,
nos ayudan a vincularnos; y esos vínculos no sólo son propicios para los niños,
la sensibilidad de los adultos también se moviliza, se nutre, si logramos
entrar en situación dialógica con ellos, si hay escucha, si hay creatividad en
juego. Suelo llamar a eso “crear estado de infancia”. Precisamente por la
vorágine de la vida actual, los espacios de juego compartido, la disponibilidad
necesaria para sostener a los más pequeños, tanto psíquica como afectivamente,
no necesariamente pueden darse por sentados. En los niños también parece
necesario crear condiciones para jugar, algo así como si el estado de infancia
ya no fuera necesariamente “natural” a la infancia, y menos a la adultez. El
“estado de infancia” es una gran cosa, entendiéndolo como posibilidad sensible
y creativa, como disponibilidad lúdica, y no necesariamente como condición
restringida a los niños. Tal vez la paternidad y la maternidad exijan cierta
recuperación del “estado de infancia” para volver a tener más a flor de piel esa
disponibilidad, ese desparpajo, esa entrega al devenir del mundo imaginario
necesarios para poder jugar. Y en ese sentido, la ocasión de leerles a los más
pequeños seguramente tiene efectos sobre los adultos. También hay otro tipo de
efectos. Por ejemplo, algo que veo con asiduidad en el jardín maternal que
dirijo, es cómo el acercamiento de los chicos a los libros se convierte en una
oportunidad reparatoria para aquellos padres que no han tenido contacto con la
literatura en su infancia o en su vida en general. Muchos descubren libros
maravillosos, se entusiasman con determinados autores, comienzan a disfrutar de
la experiencia de lectura conjuntamente con sus hijos. Por eso muchas veces
pienso en la paradoja del estímulo: en variadas ocasiones son los chicos
quienes acercan a sus padres a la literatura, cuando estamos acostumbrados a
pensar que somos los adultos quienes debemos acercarlos a ellos a los libros…
Niños apasionados por determinados libros, han convertido a sus padres en
lectores igualmente interesados. Entonces, ¡vaya si la ocasión de leerles a los
niños modifica a los adultos!
LD: ¿Qué tipo de padres
llevan a sus niños a una bebeteca? MEL: No creo que se trate de
un tipo de padres, sino de las oportunidades que vamos generando alrededor de
la experiencia de crianza de cada madre y/o padre, de cada familia... Yo
trabajo con padres muy distintos entre sí, y te diría que la mayoría va
construyendo una relación intensa con los libros y con la experiencia de
lectura, pero no creo que esa relación dependa únicamente de la idiosincrasia
de cada familia, tanto como de las oportunidades que se van ofreciendo. Esto me
hace pensar en “¿qué es una biblioteca para bebés?”. No necesariamente hace
falta tener una sala-biblioteca, o una biblioteca como espacio físico
particular para construir una situación lectora rica e interesante... Es más,
en los jardines maternales y de infantes podemos tener disponibles las
bibliotecas para niños todo el tiempo, por ejemplo, si recibimos a los chicos y
a sus padres al ingreso al jardín con mesas de libros (o canastos de libros en
el caso de los más pequeños) en sus salas, a su disposición, entonces los
padres comparten un tiempo de lectura-juego-vínculo con sus hijos, previo a la
despedida, que aunque breve, suele ser muy nutritivo. Esas son grandes
oportunidades de acercamiento a los libros, de valoración por parte de los
padres de lo que significa esa experiencia para sus hijos. Desde este punto de
vista, las bibliotecas no son espacios rígidos ni predeterminados: hay bibliotecas
móviles en los canastos que se trasladan al patio, a la sala, al cuarto de un
niño en la intimidad de su casa; mi propia biblioteca a veces viaja en una
mochila y llega a otros jardines de infantes, a otros padres, a otros niños.
Claro que también es importante la presencia de espacios especialmente
diseñados para eso, pero creo que es muy valioso también aprovechar los
contextos cotidianos de los bebés y niños pequeños, convirtiéndolos en sitios
de encuentro con los libros. Muchas veces en los jardines de infantes los
libros están vedados, el espacio físico es sumamente restringido, casi que para
leer hay que pedir permiso... Si comprendiéramos más profundamente la
importancia de la construcción de un espacio poético desde la primera infancia,
probablemente habilitaríamos más desprejuiciadamente el encuentro con la
literatura, con los buenos ilustradores, desentendiéndonos de la cuestión de la
“enseñanza” que tan en contra juega muchas veces con respecto al arte. Porque
leer desde temprano no significa intentar alfabetizar a los niños en el sentido
convencional, es decir con la expectativa de que lean y escriban más rápido o
mejor, ni tratar de “enseñarles” las diferencias de texturas, los colores, las
formas geométricas… Sin embargo, si uno se dispone a observar a los adultos
eligiendo libros para bebés, todavía presenciaremos muchas elecciones ligadas a
la enseñanza de las cosas cotidianas, objetos, hábitos de limpieza,
alimentación, control de esfínteres; sólo colores plenos, “simpleza” de imágenes
y palabras, un buen monto de moral… Aquí operan ciertas restricciones de lo
educativo y también del mercado. Creo que podríamos hacer un slogan alternativo
al de la Asociación Pediátrica de EEUU, que dijera algo así como: “10 minutos
por día para pensar por qué juego, por qué leo, y qué leo con mi hijo pequeño,
con los bebés que concurren al jardín, con los padres y los niños en las
bibliotecas para bebés” … Como decía Graciela Montes, en el juego hablamos de
ocasiones, y en el arte también hay ocasiones, más o menos propicias; y
materiales, y tiempos más o menos apropiados. Si no hay un dónde, un cuándo y
un con qué la ocasión se achica. Las bibliotecas para bebés son grandes
oportunidades de crear ocasiones poéticas, de esas que entrenan la
sensibilidad, la creatividad, la inteligencia, la ilusión… Y una pequeña nota
al pie: prefiero hablar de “bibliotecas” para bebés y niños pequeños, más que
de “bebetecas”. Creo que los niños y los libros merecen esa distinción.
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