martes, 2 de junio de 2020

JARDÍN MATERNAL. BIBLIOTECAS PARA BEBÉS


María Emilia López en diálogo con Laura Demidovich dice cosas fundamentales para una docente dedicada al espacio del Jardín MATERNAL… Esta nota es muy enriquecedora y no deberían dejar de leerla y reflexionar sobre ella.
Yo no daría recetas, sí recomendaría acercarlos a los libros, y dejarlos hacer. Estar disponible para acompañar, poner la voz, “prestar” la voz, pero a la vez dejarlos jugar, interactuar, elegir…


Bibliotecas para bebés: literatura que se acuna© Entrevista a María Emilia López por Laura Demidovich

 Cuando mi padre me leía, yo me recostaba sobre él y me volvía parte de su pecho o de sus brazos. Y yo creo que los niños que son abrazados y sentados en las piernas –deliciosamente acariciados- siempre asociarán la lectura con los cuerpos de sus padres, con el olor de sus padres. Y eso siempre te hará lector. Porque ese perfume, esa conexión, dura para toda la vida”.
                                              Maurice Sendak

 Esta entrevista tiene por objeto adentrarnos en los modos de acercar los libros a los niños más pequeños, tanto en el ámbito escolar como familiar; indagar en aquellos aspectos que hacen a un buen libro, en el “cómo” los niños leen… en qué nos hace mejores lectores… en el juego y en los encuentros entre niños y adultos.

LD: María Emilia, ¿vos ves el rol de las bebetecas del lado del juego o del aprendizaje y desarrollo evolutivo?
 MEL: Esta pregunta me parece interesante, porque pone en evidencia un modo de pensar las relaciones entre el juego y el aprendizaje sobre el que creo importante profundizar. Las bibliotecas para bebés son, desde mi punto de vista, propuestas integrales, porque en la vida de los bebés y los niños pequeños el juego, el aprendizaje, la creatividad y el desarrollo evolutivo están íntimamente relacionados, apuntalándose mutuamente todo el tiempo. Si nos ponemos a observar en qué invierten su tiempo los bebés, rápidamente nos damos cuenta de que casi toda su vigilia transcurre en plena exploración, tanto sobre los objetos, como sobre las personas que lo acompañan, sobre su propio cuerpo, sobre el espacio y los estímulos del ambiente que habita. Ese impulso, esa búsqueda, esos gestos espontáneos están cargados de inquietud epistemológica, pero también de ese “porque sí” propio del juego, de esa repetición ligada al placer por su hacer, de cierto devaneo, de esas imágenes construidas desde la fantasía. En ese sentido, podríamos decir que las bibliotecas para bebés son a la vez espacios de juego, de aprendizaje, y fundamentalmente espacios artísticos. Tal vez este sea el aspecto más importante de destacar: apartándonos de la falsa dicotomía juego vs. aprendizaje, las bibliotecas para bebés ofrecen fundamentalmente un campo para la experiencia del arte. Y el arte y el juego, en la primera infancia, están fuertemente imbricados.
LD: ¿La relación que establece el bebé es con el objeto libro, con el lenguaje, con el espacio de la fantasía, con la cultura escrita?
MEL: Yo creo que los bebés se relacionan con todo eso que mencionás, pero no de cualquier manera. Para un bebé, un libro es en principio un juguete, así como las palabras son juguetes, y está muy bien que así sea. Los bebés se acercan a los libros chupándolos, sacudiéndolos, observándolos, balbuceando, dialogando a su modo con los personajes o las circunstancias que los libros plantean. Paulatinamente el libro va dejando de ser un objeto juguete, para convertirse en un objeto estético particular, más ligado a la cultura escrita. Pero si la relación de un niño con la literatura es intensa, creo que siempre queda un fuerte resabio de juego en la experiencia con los libros; porque la fantasía pertenece al territorio del juego, y es en sí misma una materia prima del desarrollo lúdico, de la vida imaginaria, y de los libros infantiles. Claro que para que los libros lleguen a convertirse en objetos estéticos en la percepción de los niños, hace falta que tengan determinadas características: fundamentalmente que sean objetos artísticos, es decir que vayan más allá de las imágenes que reproducen objetos de  la realidad y asocian ese objeto con su nombre, por ejemplo; que las propuestas gráficas y literarias se atrevan a explorar en la metáfora, porque los niños pequeños están ávidos de metáforas, de imágenes des estereotipadas, de juegos de palabras, de ritmos, de intertextualidad. Su propio pensamiento es fuertemente intertextual, por eso lo que algunos adultos leen como “imagen caótica” o sobrecargada de información, para los niños pequeños es una lectura no sólo posible sino mucho más sencilla de lo que imaginamos desde nuestros modos de pensar y leer imágenes, ya bastante más organizados y a veces muy formateados perceptivamente. Pienso en muchos libros-álbum, como por ejemplo “En el desván”, de Kitamura, o “Fernando Furioso”, por citar sólo algunos ejemplos, donde las ilustraciones parecen estalladas por la cantidad de objetos y personajes minúsculos que ingresan en cada página, además de la “excentricidad” con que podríamos catalogar a esos libros si pensáramos que a los bebés y niños pequeños hay que ofrecerles sólo imágenes e historias cercanas a sus mundos reales, porque si no, no las comprenderían… Y esos libros también hablan de caos interior, de furias, de estados de ánimo, de imaginación desbordante; sin embargo, ofrecen una rica resolución estética, no moral, y eso es lo que los hace grandes libros, y lo que produce en los niños esa fascinación y a la vez un alto nivel de comprensión…
 LD: En los primeros años las relaciones con el mundo están cruzadas por lo afectivo. Teniendo esto en cuenta, ¿qué lugar ocupan los mediadores de lectura en estos espacios?
 MEL: Aquí volvería un poco a la primera pregunta… Los procesos mismos de simbolización de los niños pequeños, esos que hacen al desarrollo evolutivo, están ligados a la metáfora. Cuando la madre interpreta, y “lee” en las acciones de su hijo sus sentimientos, sus necesidades, y luego actúa en consecuencia, está apuntalando la función metafórica. A los gritos de hambre -que en principio son sensaciones internas desordenadas- ella le pone una palabra calmante y establece un sentido para ese grito; allí el niño está construyendo metáforas, está aprendiendo a significar el mundo, está aprendiendo a leerse y a leer los gestos y las palabras de sus cuidadores, sus rostros, sus actitudes, está ingresando en el lenguaje. El bebé simboliza, crea imágenes mentales, a su modo “piensa”. La madre y el padre –con palabras, gestos, voz- narran, historizan, temporalizan, organizan. Cuando juegan, también poetizan. La madre, el padre o los cuidadores de un bebé son los primeros mediadores de lectura, de lectura del mundo, de lectura de los sentidos de la vida psíquica que emerge en el bebé. Vaya tarea la de esos mediadores… Sin una buena cantidad de esas lecturas medianamente acertadas, los niños no llegan a constituirse psíquicamente… “Leerlos” y acompañar, leerlos y jugar, podríamos decir, constituye la base de la tarea de sostén en esa etapa primera de los bebés y niños pequeños. Y los libros son materiales altamente recomendables para establecer ese territorio de juego básicamente poético, que da lugar a la experiencia de la literatura. Los buenos libros no sólo aportan su riqueza estética, sino que además habilitan una serie de interacciones, juegos de lenguaje, ritmos, miradas compartidas, atención conjunta entre los adultos y los niños, sumamente interesantes para el devenir de la capacidad lectora, y para lo riqueza de los vínculos en sí mismos. Aprender a leer está en profunda relación con la calidad de las interacciones que se establecen entre los bebés y sus allegados. Suelo hablar de “protoliteratura”, o literatura de ocasión, una literatura oral y rítmica, una literatura imbricada en la melodía de la voz, en el ritmo, en el juego, acompañada a veces de libros y otras veces de puro balbuceo-cantoonomatopeyas, caricias sonoras… Yo creo que la afectividad y la lectura están fuertemente relacionadas, ya vimos cómo Sendak lo decía de un modo tan hermoso…
LD: En EEUU la Asociación Pediátrica recomiendo 10 minutos de lectura diaria a los niños desde el nacimiento mismo. ¿Este tipo de prácticas recetadas y pautadas son útiles?
 MEL: No creo que sean útiles como imposición, sí creo que es útil habilitar la lectura con los bebés, algo para lo que muchas veces no se los supone preparados. Por ejemplo, algunos proyectos de lectura en consultorios pediátricos, que pueden parecen muy efímeros, pueden constituir también los primeros encuentros con los libros por parte de padres y niños, y eso en sí mismo ya es una ganancia. Yo no daría recetas, sí recomendaría acercarlos a los libros, y dejarlos hacer. Estar disponible para acompañar, poner la voz, “prestar” la voz, pero a la vez dejarlos jugar, interactuar, elegir…
LD: Gran parte de los padres hoy se encuentran sobrepasados de preocupaciones que los alejan del espacio de la infancia, ¿crees que la ocasión de leerles a los niños muy pequeños puede tener efecto también en los adultos?
MEL: Sí, sin dudas. Creo que el detenimiento, el apaciguamiento, esa cierta distensión del tiempo cuando compartimos situaciones de lectura con los chicos, nos ayudan a vincularnos; y esos vínculos no sólo son propicios para los niños, la sensibilidad de los adultos también se moviliza, se nutre, si logramos entrar en situación dialógica con ellos, si hay escucha, si hay creatividad en juego. Suelo llamar a eso “crear estado de infancia”. Precisamente por la vorágine de la vida actual, los espacios de juego compartido, la disponibilidad necesaria para sostener a los más pequeños, tanto psíquica como afectivamente, no necesariamente pueden darse por sentados. En los niños también parece necesario crear condiciones para jugar, algo así como si el estado de infancia ya no fuera necesariamente “natural” a la infancia, y menos a la adultez. El “estado de infancia” es una gran cosa, entendiéndolo como posibilidad sensible y creativa, como disponibilidad lúdica, y no necesariamente como condición restringida a los niños. Tal vez la paternidad y la maternidad exijan cierta recuperación del “estado de infancia” para volver a tener más a flor de piel esa disponibilidad, ese desparpajo, esa entrega al devenir del mundo imaginario necesarios para poder jugar. Y en ese sentido, la ocasión de leerles a los más pequeños seguramente tiene efectos sobre los adultos. También hay otro tipo de efectos. Por ejemplo, algo que veo con asiduidad en el jardín maternal que dirijo, es cómo el acercamiento de los chicos a los libros se convierte en una oportunidad reparatoria para aquellos padres que no han tenido contacto con la literatura en su infancia o en su vida en general. Muchos descubren libros maravillosos, se entusiasman con determinados autores, comienzan a disfrutar de la experiencia de lectura conjuntamente con sus hijos. Por eso muchas veces pienso en la paradoja del estímulo: en variadas ocasiones son los chicos quienes acercan a sus padres a la literatura, cuando estamos acostumbrados a pensar que somos los adultos quienes debemos acercarlos a ellos a los libros… Niños apasionados por determinados libros, han convertido a sus padres en lectores igualmente interesados. Entonces, ¡vaya si la ocasión de leerles a los niños modifica a los adultos!
 LD: ¿Qué tipo de padres llevan a sus niños a una bebeteca? MEL: No creo que se trate de un tipo de padres, sino de las oportunidades que vamos generando alrededor de la experiencia de crianza de cada madre y/o padre, de cada familia... Yo trabajo con padres muy distintos entre sí, y te diría que la mayoría va construyendo una relación intensa con los libros y con la experiencia de lectura, pero no creo que esa relación dependa únicamente de la idiosincrasia de cada familia, tanto como de las oportunidades que se van ofreciendo. Esto me hace pensar en “¿qué es una biblioteca para bebés?”. No necesariamente hace falta tener una sala-biblioteca, o una biblioteca como espacio físico particular para construir una situación lectora rica e interesante... Es más, en los jardines maternales y de infantes podemos tener disponibles las bibliotecas para niños todo el tiempo, por ejemplo, si recibimos a los chicos y a sus padres al ingreso al jardín con mesas de libros (o canastos de libros en el caso de los más pequeños) en sus salas, a su disposición, entonces los padres comparten un tiempo de lectura-juego-vínculo con sus hijos, previo a la despedida, que aunque breve, suele ser muy nutritivo. Esas son grandes oportunidades de acercamiento a los libros, de valoración por parte de los padres de lo que significa esa experiencia para sus hijos. Desde este punto de vista, las bibliotecas no son espacios rígidos ni predeterminados: hay bibliotecas móviles en los canastos que se trasladan al patio, a la sala, al cuarto de un niño en la intimidad de su casa; mi propia biblioteca a veces viaja en una mochila y llega a otros jardines de infantes, a otros padres, a otros niños. Claro que también es importante la presencia de espacios especialmente diseñados para eso, pero creo que es muy valioso también aprovechar los contextos cotidianos de los bebés y niños pequeños, convirtiéndolos en sitios de encuentro con los libros. Muchas veces en los jardines de infantes los libros están vedados, el espacio físico es sumamente restringido, casi que para leer hay que pedir permiso... Si comprendiéramos más profundamente la importancia de la construcción de un espacio poético desde la primera infancia, probablemente habilitaríamos más desprejuiciadamente el encuentro con la literatura, con los buenos ilustradores, desentendiéndonos de la cuestión de la “enseñanza” que tan en contra juega muchas veces con respecto al arte. Porque leer desde temprano no significa intentar alfabetizar a los niños en el sentido convencional, es decir con la expectativa de que lean y escriban más rápido o mejor, ni tratar de “enseñarles” las diferencias de texturas, los colores, las formas geométricas… Sin embargo, si uno se dispone a observar a los adultos eligiendo libros para bebés, todavía presenciaremos muchas elecciones ligadas a la enseñanza de las cosas cotidianas, objetos, hábitos de limpieza, alimentación, control de esfínteres; sólo colores plenos, “simpleza” de imágenes y palabras, un buen monto de moral… Aquí operan ciertas restricciones de lo educativo y también del mercado. Creo que podríamos hacer un slogan alternativo al de la Asociación Pediátrica de EEUU, que dijera algo así como: “10 minutos por día para pensar por qué juego, por qué leo, y qué leo con mi hijo pequeño, con los bebés que concurren al jardín, con los padres y los niños en las bibliotecas para bebés” … Como decía Graciela Montes, en el juego hablamos de ocasiones, y en el arte también hay ocasiones, más o menos propicias; y materiales, y tiempos más o menos apropiados. Si no hay un dónde, un cuándo y un con qué la ocasión se achica. Las bibliotecas para bebés son grandes oportunidades de crear ocasiones poéticas, de esas que entrenan la sensibilidad, la creatividad, la inteligencia, la ilusión… Y una pequeña nota al pie: prefiero hablar de “bibliotecas” para bebés y niños pequeños, más que de “bebetecas”. Creo que los niños y los libros merecen esa distinción.

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Licenciada y profesora en Letras Modernas, egresada de la UNIVERSIDAD NACIONAL DE CÓRDOBA.ESPECIALISTA EN LITERATURA ARGENTINA. Especialista en Investigación Educativa. (ISP Joaquín V. González) Especialista en Litertura Infantil y Juvenil (CEPA) Actualemnte se encuentra cursando la Maestría en Análisis del Discurso (UBA) Publicó numerosos artículos y ensayos para diferentes sellos editoriales (Cántaro, Puerto de Palos, Paidos, revistas del ISPEI Sara Eccleston) En el 2012 su blog Entre el mouse y la tiza recibió el PRIMER PREMIO A LOS BLOGS EDUCATIVOS otorgado por la UNIVERSIDAD NACIONAL DE BUENOS AIRES (UBA) A raíz de ese premio fue convocada por distintos medios periodísticos. Durante 2013 el mismo blog resltó ser finalista de dicho concurso. En estos momentos se encuentra abocada a la investigación y la escritura de un ensayo en colaboración con la Lic. Cristina Olliana. Acaba de publicar Y DE PRONTO LA VIDA un ensayo destinada a la Crianza, la literatura y el Juego.

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