Los gritos y las explosiones estallan sin que podamos
controlarlos, pero cuidado porque pueden causar heridas profundas en la
autoestima de nuestros pequeños hijos/hijas.
Las
palabras tienen poderes. Hay palabras que hieren, que lastiman, especialmente
si son dichas muchas veces por los progenitores. Es cierto, hasta
la persona más paciente, y calmada ha perdido en algún momento los estribos
frente a alguna travesura de sus propios hijos. Hay momentos que somos más tolerantes,
pero cuando sentimos que podemos perder el trabajo, y que nuestra salud corre
riesgos a uno se le empieza a desdibujar la sonrisa.
Por otra parte, el constante empleo del grito, no solo puede
conllevar al deterioro de la autoestima, sino que los estallidos convierten al
pequeño en un/una rebelde, quien estará desafiando la autoridad
cada vez que le sea posible. Por lo tanto
los gritos no son la solución, tampoco la ira contenida, ni ciertas frases
recurrentes que sólo desmotivan a nuestros hijos y, empeoran la situación.
Las razones por las que recurrimos a esos métodos es porque: no conocemos
otros, porque carecemos de autocontrol, o porque los aprendimos de pequeños.
¿Entonces qué se hace? Las soluciones mágicas no existen porque
cada criatura es única pero no estaría nada mal poder revisar algunas
cuestiones:
Lamentablemente nuestros hijos
pagan las consecuencias del estrés que acumulamos. Por ello, es importante
bajar el nivel de ansiedad. Hay que reconocer que estar todo el día encerrado
no es lo que más ayuda. Sin embargo, culturas milenarias han demostrado la
efectividad de hacer varias inspiraciones profundas y eso evitará el estallido
que siempre es algo abrupto y tiene un efecto contraproducente…además si
nosotros estallamos le estamos enseñando ese ejemplo a los niños… a no quejarse
entonces de los adolescentes iracundos…
Son niños/niñas, están APRENDIENDO. ¿A quién no se le cayó un vaso de
agua o la chocolatada sobre el mantel impecable? ¿Quién no dibujó las paredes,
las mesas o los papeles importantes de un adulto? Si alguna vez lo hicieron
sería bueno recordarlo y trabajar la empatía. ¡Vamos! ¿O acaso ustedes recogían
los juguetes? No son muñecos/muñecas y solía decirles a mis estudiantes que los
niños perfectos no existen en la realidad.
Tal vez lo más importante es establecer reglas y rutinas. Ya bastante
caos nos provoca la pandemia. Hay que evitar que la casa sea un caos y que los pequeños tomen el control, es fundamental
imponer reglas y límites en su educación, así como rutinas para que aprendan
cuáles son sus obligaciones. No siempre seguirán las reglas y no siempre
realizarán sus tareas, pero si cada uno tiene ciertas responsabilidades será
más sencillo. A veces resulta escribirlas juntos… y pegarlas bien a la vista.
Tenemos que reconocer que hay veces que los padres queremos imponer
nuestra opinión hasta en los más mínimos detalles, por ejemplo, si lo que
queremos es que se abriguen, no hace falta discutir para que usen el pullover verde
en lugar del rojo. Lo importante es que salgan a la calle tapados. A veces nos
volvemos obsesivos y tenemos la necesidad de hacer todas las cosas a nuestra
manera y nos olvidamos que aunque chiquitos son personas así que tenemos que
dejar que el niño nos diga lo que le gusta o no le gusta, que se exprese y
realice sus tareas como él crea conveniente. No es controlar cada cosa que
dice, hace o piensa.
La autocrítica es importante, debemos analizar qué hicimos mal es el
primer paso para no volver a cometer errores de ese tipo. No hay padres
perfectos…
Muchas veces una criatura se porta mal porque nos está reclamando
tiempo, pero no tiempo para hacer la tarea… tiempo para disfrutar de ellos y
con ellos. Divertirse y reírse ayuda a liberar estrés y a tomarse las cosas con
más filosofía.
Si somos amables con los niños,
no les gritamos y les tratamos con respeto, ellos nos devolverán eso mismo por
lo que su comportamiento será mucho mejor que si estamos constantemente desaprobando
su conducta.
¿Fácil? ¡Claro que no! El oficio de ser padres/madres es para toda la
vida. Hay que tomarlo con calma.
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