La compleja labor de una
maestra de primer grado
En
nuestro artículo anterior hablamos de la importancia de crear un ambiente
alfabetizador. Hoy trabajaremos con un tema que nos preocupa. Recuerdo con
horror la cantidad de palotes y montañitas que me hacían hacer en primer
inferior, lo recuerdo con horror y tengo más de seis décadas vividas… Hoy, en
pleno siglo XXI tenemos que ser conscientes que a través del aprestamiento no
se logra NADA.
Cuando niños y niñas tratan de escribir sus primeras
palabras, están intentando pensar al mismo tiempo qué quieren comunicar, cómo
se escribe, en qué dirección, qué letras lleva cada palabra, en qué orden,
cuáles son los rasgos de cada una; intentan además, dominar el lápiz, el
espacio de la hoja y el lugar del renglón por donde se comienza a escribir. Es
decir, que ejercitan toda la motricidad de su mano pero al mismo tiempo piensan
contenidos sustanciales de la lengua y la comunicación escrita. Por el contrario, el aprestamiento es solo una ejercitación motriz sin conexión con el
significado y por eso no les enseña nada
sobre la escritura. Es crucial
que desde el principio los alumnos ensayen
escrituras de unidades con significado, es decir palabras, oraciones y breves textos. Con tiempo, trabajo diario y
enseñanza constante sobre la
escritura y no sobre dibujos y formas sueltas van a aprender a escribir con
claridad y en el lugar de la página que corresponde.
El esfuerzo intelectual más grande para niños y niñas es la comprensión del sistema de
escritura, sus usos sociales y las formas de
comunicación y circulación, especialmente en el caso de las comunidades
indígenas y comunidades de poco contacto con la cultura escrita.
Los programas de aprestamiento consideran que lo
más importante para aprender a leer es la habilidad perceptual visual general y
la auditiva, y que la coordinación visomotora es la habilidad más importante
para la escritura.
Por lo tanto se considera que para aprender a leer
y escribir es necesario realizar una serie de actividades y ejercitaciones
previas que tienen como objetivo entrenar la percepción, la discriminación
visual y auditiva y la coordinación motriz gruesa y fina. El aprestamiento detallaba minuciosamente las
destrezas que debían desarrollar los niños para que, al ingresar a primer
grado, estuvieran “preparados” para el aprendizaje formal de la lectura y la
escritura; para ello, proponía habilidades que aprestan o preparan pero que no
son en sí mismas actos de lectura y escritura, sino habilidades generales que
se concebían como aplicables luego a dichos procesos.
El aprestamiento como propuesta de enseñanza está
directamente ligado al concepto de madurez como proceso estrictamente biológico
y a la concepción del niño como tabula
rasa. Esta concepción suele ser dominante cuando los alumnos provienen de
contextos lingüísticamente heterogéneos, generalmente pauperizados y de escaso
o nulo contacto con la lectura y la escritura, por lo cual muchas veces los
docentes justifican el aprestamiento con el objetivo de estimular de modo
progresivo el desarrollo de habilidades y destrezas y la adquisición de hábitos
y actitudes para tener éxito en los aprendizajes futuros.
La función de aprestamiento se asignó durante mucho
tiempo al Nivel Inicial. Sin embargo, la currícula de Nivel Inicial no propone
el aprestamiento como parte de la alfabetización.
En
realidad, el aprestamiento no está indicado en ningún documento curricular
vigente en nuestro país, aunque en los
cuadernos de primer grado se observan tareas
como completar dibujos y líneas punteadas, trazar renglones con palotes, recortar y pegar rompecabezas de tres o
cuatro piezas, hacer caminos entre dos objetos, pegar
o dibujar objetos adentro o afuera, lejos y cerca, acomodar grandes y chicos y otras
ejercitaciones de ese tipo, con la
creencia de que se está enseñando a leer y a escribir.
Escribir con claridad es importante y por eso es necesario que la escuela se ocupe de enseñar el uso del
espacio en la página, los márgenes, el
renglón,el correcto trazado de las grafías y el uso adecuado de los instrumentos de escritura. Pero eso se logra escribiendo y no dibujando, recortando o pegando, como surge de la lectura del
siguiente texto:
El aprestamiento sostiene la prescripción de ejercicios a través de
los cuales los aprendices deberían madurar en destrezas que facilitarían el
aprendizaje de la lengua escrita, punto de vista que se hizo extensivo a los
programas destinados a los lectores con problemas y que llevó a la
proliferación de materiales al respecto. Además surgió una abundante edición
de tests de madurez lectora, como los de Filho y de Inizan, y los de Downing
y Thackray que medían la madurez para iniciar a los niños en este
aprendizaje. El fracaso de la teoría perceptivista se evidenció en el hecho
de que sus propuestas no mejoraban la competencia lectora de quienes
presentaban problemas. Este fracaso quedó corroborado por los estudios experimentales
de Vellutino (1987), quien mostró que los malos lectores no lo son por
deficiencias perceptivas, sino que su problema proviene de fallos en los
procesos lingüísticos que intervienen en el reconocimiento de la palabra
escrita en los sistemas alfabéticos.
Clemente Linuesa, María
“La enseñanza inicial de la Lengua Escrita, una perspectiva integradora” en
Argentina, Ministerio de Educación, La formación Docente en Alfabetización
Inicial, Buenos Aires, 2009, 2010
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