Un niño de dos
años ya es capaz de pronunciar su nombre y también construye frases de varias palabras. Ya puede
adecuar las palabras a la acción y viceversa. Hace soliloquios mientras juega.
Su capacidad verbal va desde 12 a 1.000 palabras, según el caso.
Como acaban de
descubrir lo divertido que es moverse de un lado hacia otro es difícil
mantenerlos quietos por mucho tiempo, por lo tanto es más recomendable
narrarles que leerles porque es mejor agotar todos nuestros recursos expresivos
para sostener su atención. Podemos trabajar con poesías con movimiento,
canciones, títeres de dedo…
Es muy importante que recordemos que todavía no puede compartir. Aferra sus posesiones y
pelea por ellas a empujones, si es necesario….. Le encanta observar las
actitudes de las personas y a otros niños. Colabora en las tareas de la sla.
Tiene más noción de lo que puede tocar o no.
Me ha pasado de
ir con mis residentes a una sala de dos en el primer cuatrimestre y ver que
casi no hablaban y que esos mismos niños en la segunda mitad del año
atravesaban una explosión de palabras… Incluso que me recordaban y sabían mi
nombre…
Muchas veces,
sobretodo en la segunda mitad del año hicimos la experiencia de trabajar con
libros álbum sencillos: Mi papá, Mi mamá, Mi hermano de A. Brown de FCE.
Les encantaba
escuchar cuentos narrados por las residentes.. por ejemplo este:
Arnold Lobel (USA 1933)
Había una vez un ratón muy alto y un ratón muy bajo que eran muy buenos amigos.
Cuando se encontraban Ratón Muy Alto decía:
–¡Hola, Ratón Muy Bajo!
Y Ratón Muy Bajo decía:
–¡Hola, Ratón Muy Alto!.
A los dos amigos les gustaba ir a pasear juntos.
Cuando paseaban Ratón Muy Alto decía:
–¡Hola, pájaros!
Y Ratón Muy Bajo decía:
–¡Hola escarabajos!
Cuando paseaban por el jardín Ratón Muy Alto decía:
–¡Hola flores!
Y Ratón Muy Bajo decía:
¡Hola raíces!
Cuando pasaban delante de una casa, Ratón Muy Alto decía:
¡Hola techo!
Y Ratón Muy Bajo decía:
–¡Hola sótano!
Un día a los dos ratones los pilló una tormenta. Ratón Muy Alto dijo:
–¡Hola gotas de lluvia!
Y Ratón Muy bajo dijo:
–¡Hola charcos!
Corrieron a la casa para no mojarse.
–¡Hola techo!, dijo Ratón Muy Alto.
–¡Hola, suelo!, dijo Ratón Muy bajo.
Pronto pasó la tormenta. Los dos amigos corrieron a la ventana. Ratón Muy Alto cargó a Ratón Muy Bajo para que pudiera ver. ¡Hola, arco iris! gritaron emocionados los dos juntos.
https://elperiodicodelaltoaragon.files.wordpress.com/2013/01/c2bfa-que-sabe-la-luna-cuento-para-la-paz.pdf
https://www.youtube.com/watch?v=mt8CPYO2XIg&index=1&list=PLBlXYndKHP7j_uqToH-7aYlWpGy9RVz34
Otro muy interesante para sala de dos es
¿A qué sabe la luna? de Michael
Grejniec.
Traducción al castellano: Carmen Barreiro.
Kalandraka Editora, 1999.
Título original en alemán: Wie schmeckt der Mond?, Bohem Press,
1
CUENTO FOLKLORICO
LA GALLINITA ROJA
Había una vez una
gallina roja llamada Marcelina, que vivía en una granja rodeada de muchos
animales. Era una granja muy grande, en medio del campo.
En el establo
vivían las vacas y los caballos; los cerdos tenían su propia cochiquera. Había
hasta un estanque con patos y un corral con muchas gallinas. Había en la
granja también una familia de granjeros que cuidaba de todos los animales. Un
día la gallinita roja, escarbando en la tierra de la granja, encontró un grano
de trigo.
Pensó que si lo
sembraba crecería y después podría hacer pan para ella y todos sus amigos.
-¿Quién me
ayudará a sembrar el trigo?, les preguntó.
- Yo no, dijo el
pato.
- Yo no, dijo el
gato.
- Yo no, dijo el
perro.
- Muy bien, pues
lo sembraré yo, dijo la gallinita.
Y así, Marcelina
sembró sola su grano de trigo con mucho cuidado. Abrió un agujerito en la
tierra y lo tapó. Pasó algún tiempo y al cabo el trigo creció y maduró,
convirtiéndose en una bonita planta.
-¿Quién me
ayudará a segar el trigo?, preguntó la gallinita roja.
- Yo no, dijo el
pato.
- Yo no, dijo el
gato.
- Yo no, dijo el
perro.
- Muy bien, si no
me queréis ayudar, lo segaré yo, exclamó Marcelina.
Y la gallina, con
mucho esfuerzo, segó ella sola el trigo. Tuvo que cortar con su piquito uno a
uno todos los tallos. Cuando acabó, habló muy cansada a sus compañeros:
-¿Quién me
ayudará a trillar el trigo?
- Yo no, dijo el
pato.
- Yo no, dijo el
gato.
- Yo no, dijo el
perro.
- Muy bien, lo
trillaré yo.
Estaba muy
enfadada con los otros animales, así que se puso ella sola a trillarlo. Lo
trituró con paciencia hasta que consiguió separar el grano de la paja. Cuando
acabó, volvió a preguntar:
-¿Quién me
ayudará a llevar el trigo al molino para convertirlo en harina?
- Yo no, dijo el
pato.
- Yo no, dijo el
gato.
- Yo no, dijo el
perro.
- Muy bien, lo
llevaré y lo amasaré yo, contestó Marcelina.
Y con la harina
hizo una hermosa y jugosa barra de pan. Cuando la tuvo terminada, muy
tranquilamente preguntó:
- Y ahora, ¿quién
comerá la barra de pan? volvió a preguntar la gallinita roja.
-¡Yo, yo! dijo el
pato.
-¡Yo, yo! dijo el
gato.
-¡Yo, yo! dijo el
perro.
-¡Pues NO os la
comeréis ninguno de vosotros! contestó Marcelina. Me la comeré yo, con todos
mis hijos.
Y así lo hizo.
Llamó a sus pollitos y la compartió con ellos.
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