Escribir no es una tarea sencilla y como maestros formadores es necesario trabajar algunas cuestiones teóricas con nuestros estudiantes. No se trata de decirle simplemente "Armen un grupo y escriban un cuento"
Es necesario acompañarlos, hacer ejercicios de escritura todos juntos, realizar propuestas creativas en clases previas, jugar con los sentidos, crear un clima especial. leer para escribir y explicarles a los niños lo bueno que es tener un cuaderno con frases de grandes escritores para usarlas como acopio...pensar en personajes, en conflictos, jugar con las palabras... despertar la chispa de lo creativo.
También es necesario contar con algunas cuestiones teóricas. Aquí les dejo un apunte sencillo sobre la VOZ NARRATIVA
La voz
narrativa es la voz de quien cuenta la historia: el narrador (es importante no
confundir esa voz con la del autor).
Puede ser la de un personaje de dicha historia
—en ese caso será un narrador
interno— o bien una voz que no participa como personaje
—entonces será un narrador
externo—.
Los narradores internos:
Existe el narrador en primera persona del singular:
una voz que habla, como seguramente se imaginan, en primera persona y cuenta
una historia que le ocurrió a él mismo. Es un narrador bastante frecuente.
También el narrador en primera persona del plural: una
voz que habla representando a un grupo de personas. Muchas veces ese grupo se
mantiene a lo largo de toda la historia, o bien van surgiendo subdivisiones y
el propio narrador se individualiza y pasa a la primera persona del singular.
Como este
caso no es tan común, veamos un ejemplo. En la serie de cuentos breves Ocupaciones raras, de Julio
Cortázar, todos los textos están en primera persona del plural. El primero,
“Simulacros”, empieza así:
“Somos una familia rara. En este
país donde las cosas se hacen por obligación o fanfarronería, nos gustan las
ocupaciones libres, las tareas porque sí, los simulacros que no sirven para
nada.”
Y el narrador en segunda persona, ya
sea del singular o del plural. Muchas veces es una voz que se habla a sí misma.
Veamos un ejemplo en “El desayuno perfecto”, un cuento de Alejandra Kamiya.
Estas son sus primeras líneas:
“No vas a esperar a que se cuele
la luz por la ventana. Vas a mirar a Takashi dormir a tu lado. Vas a pensar que
es bueno que descanse porque lo espera un largo día de trabajo. Vas a
levantarte del futón sin hacer ruido, y levísima vas a andar por el tatami
hasta la cocina, donde te vas a vestir para no rasgar el sueño de papel de Hiro
y de Takashi.”
O el narrador testigo, que podría
ser tanto un narrador interno (si es un testigo de los hechos, que, aunque sea
mínimamente participa en la historia que narra), como externo (si sólo cuenta
algo que escuchó).
Tomo como ejemplo el cuento
“Amo”, de Carlos Chernov, que arranca así:
“Uno nunca termina de asombrarse
de las cosas que puede encontrar dentro de su propio culo. Todavía estoy
impresionado por lo que le pasó a un ginecólogo, colega y amigo mío.” Y a
partir de este punto, el narrador empieza a contar la historia de su amigo, en
la que él tiene una mínima y muy lejana participación.
Pero, como ya dijimos, algunos narradores pueden narrar la historia
desde afuera, por
eso los conocemos como externos.
Pienso en el narrador sobre el hombro de un personaje (también
llamado tercera con o narrador en tercera limitada), que es aquel narrador en
tercera persona que accede a los pensamientos y emociones del personaje al que
sigue. Por eso se le dice “sobre el hombro”, ya que va con él a todos lados. Es
una voz que sabe todo lo que el propio personaje conoce y no forma parte de la
historia.
Un ejemplo de este narrador lo
vemos en el cuento “Una medida temporal”,
de Jhumpa Lahiri. Comparto unas líneas del séptimo párrafo, donde queda claro
que el narrador accede a los pensamientos y emociones del protagonista:
“Él pasó su lengua por la parte
superior de sus dientes. Había olvidado cepillárselos esa mañana. No era la
primera vez. No había salido de casa en todo el día, ni el día anterior. Cuanto
más estaba Shoba fuera de casa, cuanto más comenzaba ella a hacer horas extras
y a tomar trabajos adicionales, más quería él quedarse en casa, sin salir
siquiera para ir por el correo o comprar fruta o vino que estaban en las
tiendas junto a la parada del tranvía.”
Otro narrador externo es el narrador mosca en la pared (también
conocido como narrador imparcial, o narrador objetivo, u ojo de la cámara). Es
un narrador que se limita a contar lo que capta a través de sus sentidos (no
sólo el de la vista). No conoce nada que vaya más allá de esa escena y, además,
no tiene acceso a los pensamientos ni a las emociones de los personajes. Sólo
relata lo que capta a través de sus sentidos.
Un ejemplo es el cuento “Colinas
como elefantes blancos”, de Ernest Hemingway. Leamos el inicio, donde el paisaje
aparece con mucha importancia y los personajes se introducen sin mencionar sus
nombres:
“Del otro lado del valle del
Ebro, las colinas eran largas y blancas. De este lado no había sombra ni
árboles y la estación se alzaba al rayo del sol, entre dos líneas de rieles.
Junto a la pared de la estación caía la sombra tibia del edificio y una
cortina de cuentas de bambú colgaba en el vano de la puerta del bar, para que
no entraran las moscas. El americano y la muchacha que iba con él tomaron
asiento a una mesa a la sombra, fuera del edificio.”
Y el narrador omnisciente, que es
como un dios: sabe todo de todos, tiene acceso a los pensamientos de todos los
personajes. Sabe incluso lo que va a pasar en el futuro. Ve y anuncia cosas
que, a veces, ni los personajes sospechan (por ejemplo, algo que esté
ocurriendo en el departamento de al lado y que los personajes no tengan cómo
saber).
Un ejemplo de este narrador está
en el cuento “El ahogado más hermoso del mundo”, de Gabriel García Márquez, en
el que el narrador accede a las conciencias de todos los habitantes de un
pequeño poblado, empezando por los niños:
“Los primeros niños que vieron el
promontorio oscuro y sigiloso que se acercaba por el mar, se hicieron la ilusión
de que era un barco enemigo. Después vieron que no llevaba banderas ni
arboladura, y pensaron que fuera una ballena.”
Pero el narrador también puede estar ausente. Hay
textos literarios que no tienen narrador: sólo muestran los diálogos de los
personajes. Y a partir de esos diálogos el lector conoce la historia. No es
necesario que el narrador intervenga para decir el clásico “dijo fulano”, “dijo
mengano”. Las voces en sí mismas tienen la fuerza e independencia suficientes
como para dejar eso bien claro.
Vemos un ejemplo de narrador ausente en la
novela Fernández mata a Fernández, de
Federico Jeanmaire. La novela completa es un diálogo entre varios vecinos,
todos de apellido Fernández. Comparto unas pocas líneas del primer capítulo,
cuando un personaje acaba de decirle a otro cuál es su apellido:
“Bienvenido al club: Raúl Ricardo
Fernández, para servirlo.
Mire lo que son las casualidades.
Encantado, José Antonio es mi nombre.
Mi padre no creía en las
casualidades. Siempre repetía que los Fernández éramos los dueños del mundo.”
Elegir un narrador es de las
primeras decisiones que uno debe tomar antes de empezar a escribir un cuento o una
novela. La pregunta es simple: ¿quién va a contar la historia?
El tema
del narrador es muy complejo y este escrito es apenas un pequeño aporte para
que los docentes puedan trabajar con la escritura en el aula.
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