¿Es necesario enseñar a
leer y escribir?
Esta pregunta no
es trivial ya que hay propuestas de alfabetización que se basan en la idea de
que la lengua escrita y la lengua oral se adquieren del mismo modo y por lo
tanto no es necesaria la enseñanza sistemática y sostenida de la lectura y la
escritura. Sin embargo, esta es una afirmación que necesita profundizar
conocimientos. Cuando un niño nace se ponen en juego una serie de mecanismos
lingüísticos innatos, con base cerebral, que le permiten adquirir naturalmente
la lengua a la que está expuesto en su entorno inmediato, generalmente llamada
lengua materna o lengua primera. Llegar a comprender y producir oralmente
palabras y oraciones de esta lengua materna no requiere ningún tipo de
enseñanza sistemática. A este proceso se lo llama adquisición de la lengua
materna .
Debemos diferenciar este proceso de adquisición inicial
respecto de la enseñanza sistemática de la oralidad en la escuela y del
incremento del vocabulario, que son contenidos escolares obligatorios, desde el
Nivel Inicial hasta la Escuela Secundaria.
En contraposición,
cuando nos referimos a la lengua escrita y dado su carácter de invención
cultural reciente en nuestra historia evolutiva es necesario hablar de
aprendizaje, porque el dominio de la lectura y la escritura requiere enseñanza
sistemática, planificación y acuerdos metodológicos para la enseñanza. El hecho
de estar rodeados de mensajes escritos, por sí solo, no conduce a los niños y
niñas a aprender a leer. Por el contrario, hay que enseñarles a leer y escribir
y para ello es necesario decidir qué contenidos son imprescindibles y qué
formas de intervención son las más adecuadas. Veamos algunas respuestas desde
las ciencias cognitivas. ¿Se debe enseñar la conversión grafema-fonema o los
alfabetizandos la pueden adivinar? Un enfoque de enseñanza llamado global puro
sostiene la idea de que el conocimiento de la lengua escrita surge como
resultado natural de la exposición del niño a los estímulos escritos, de la
misma manera que ocurre con la adquisición de la lengua oral materna o primera.
Según este enfoque en sus formas más extremas y ortodoxas, se considera que
para enseñar a leer es suficiente la inmersión del alfabetizando en situaciones
de lectura de palabras, frases y textos completos sin enseñanza explícita de
las correspondencias fonema-grafema, porque se sostiene que los que aprenden
pueden “deducir” el significado de las palabras y por ende, de las frases y los
textos completos. Desde este enfoque enseñar a leer consiste en que los
alfabetizandos memoricen grandes cantidades de palabras como formas completas,
pero sin reconocer ni analizar las unidades menores que las componen. Las
actividades que se proponen están limitadas al conjunto de palabras
memorizadas.
¿Qué pasa cuando los que están aprendiendo a
leer y
escribir se enfrentan con una palabra nueva?
En estos casos son
alentados a hacer conjeturas sobre la posible palabra usando pistas
contextuales, pero sin utilizar ninguna pista fonológica. Un supuesto que
sostiene esta perspectiva es que el conocimiento necesario para resolver el
problema del reconocimiento de las correspondencias entre grafemas y fonemas
surgirá como resultado de la simple exposición a las correspondencias sin
necesidad de que el docente las enseñe ni las haga ejercitar de manera
explícita. K. Goodman (1976) es quien, desde hace unas décadas, sostiene este
enfoque y también quien más fuertemente cuestiona la enseñanza sistemática de
las correspondencias grafema–fonema. Su argumentación se basa en la idea de que
el alumno debe ser considerado como un aprendiz más activo. En este sentido,
propone que la intervención del maestro debe ser menos preponderante y debe
limitarse a guiar al alumno a explorar y descubrir progresivamente las
convenciones de la lengua escrita a través de su uso en contextos naturales. Al
que no consigue leer un texto se lo alentará para que adivine su significado,
tomando en cuenta factores como las palabras que conoce, su propio saber sobre
el tema o las ilustraciones que acompañan el texto. Esta es la máxima expresión
de este enfoque que su autor denomina El juego de adivinación psicolingüística.
En este marco, el reconocimiento de partes de palabras es
considerado un proceso secundario y casi opcional para la comprensión de la
lengua escrita. Entonces, según el enfoque global puro un lector eficiente no
precisa identificar todos los elementos, sino que selecciona un número reducido
pero productivo de claves para poder “adivinar y predecir” lo que lee. Es
decir, se propicia que los lectores utilicen la menor cantidad posible de
información del texto, traigan a la situación de lectura su conocimiento del
mundo y de la lengua oral y pongan en práctica distintas estrategias para
predecir e inferir el significado del texto. Desde esta propuesta pedagógica
eventualmente los alfabetizandos “descubrirían” el principio alfabético a
partir de la práctica de la lectura y la escritura, y no a partir de una
enseñanza sistemática. Esta propuesta recibió críticas de distintos
investigadores, entre ellos Charles Perfetti (1985), quien señala al respecto:
La mayor falla de este enfoque es que no reconoce que uno de los sistemas de
claves es más importante que el otro. Un niño que aprende un código tiene un
conocimiento que le permite leer a pesar de las dificultades semánticas,
sintácticas o pragmáticas que pueda tener el texto. No importa cuán importantes
sean estas claves, no sustituyen la habilidad para identificar una palabra.
¿Alguna forma de enseñar
favorece la autonomía o el autoaprendizaje más que otra?
En sistemas
ortográficos como el español en los que las relaciones entre fonemas y grafemas
son claramente sistematizables -aun en el caso de defectos en el paralelismo
entre grafemas y fonemas - la posibilidad de sacar provecho de esta ventaja le
brinda al que aprende a leer y escribir una herramienta de “autoaprendizaje”
que le permite ser un lector autónomo en muy corto plazo.
El neurocientífico
Stanislas Dehaene afirma que la posibilidad de ser un lector independiente
tiene su correlato en el cerebro ya que las conexiones desde cadenas de letras
a los sonidos y al significado se automatizan gradualmente. Esto es, una vez
que los alumnos aprenden y comprenden esta relación entre los grafemas y los
fonemas, todas las palabras escritas se hacen disponibles para ellos, sin que
seanecesario que un adulto les esté enseñando a vincular todo el tiempo una
forma gráfica completa con una forma fonológica completa. Además, el cerebro se
hace cargo también de la parte que le toca y consolida estas relaciones que los
aprendices pueden hacer descifrando las palabras a partir de un conjunto
limitado de reglas. Este es el fundamento de la noción de
"autoaprendizaje", un procedimiento que explica cómo el aprendiz de
lector, en la medida en que disponga de los mecanismos fonológicos de base que
le permitan identificar palabras escritas, podrá generar su léxico. De este
modo, incorporará nuevas palabras para ampliar su vocabulario escrito que le
proporcionará el sostén para ser un lector fluido y comprensivo
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