El éxito en la vida depende
de la inteligencia emocional
Lucas Malaisi, psicólogo y autor de dos libros
sobre Educación Emocional
A pesar
de su corta edad, ya ha recorrido casi todo el país ofreciendo charlas sobre
Educación Emocional.
Explica de qué manera se ha perdido la autoridad en las escuelas, en los hogares y en la vida cotidiana. Es autor de dos libros pioneros sobre un tema que el Estado todavía no implementa oficialmente, pero que día a día muestra resultados interesantes. Dice que “cuando sentimos que el mundo se nos viene encima, no sabemos cómo decirlo, cómo calcular la dimensión del problema”. Asegura que eso ocurre “porque no somos educados para manejar las emociones”.
Tiene 31 años. Nació en San Juan. Hizo la primaria en la escuela Pedro Fonseca. La secundaria transcurrió en la Católica de Cuyo, lugar donde luego, en el 2005, se recibió de licenciado en Psicología. Antes de recibirse ya empezó a colaborar en un comedor infantil. Hizo un post grado de Gestalt y otro de Evaluación Psicológica. “Lo que más me gusta es el trabajo clínico con pacientes acá en mi consultorio”, asegura.
Un velador de escritorio, dos butacas y una ventana que da a la calle, hacen del lugar un sitio acogedor. En su consultorio todo luce apacible. Amable y predispuesto al diálogo, es autor de dos libros: “Cómo ayudar a los niños de hoy, Educación emocional” y “Descubriendo mis emociones y habilidades”. Esas dos publicaciones le abrieron las puertas para presentar su trabajo en varias provincias. Ha dado charlas en Mendoza, Córdoba, San Luis, La Pampa, Entre Ríos, Santa Fe, Chaco, Tucumán y Santa Cruz. Cuando esta edición de El Nuevo Diario esté en la calle, Lucas estará en Misiones ofreciendo una conferencia.
-Quizá quien escucha hablar de “Educación emocional” se preguntará ¿qué es eso? ¿Podría darnos una definición simple?
-Es un proceso de enseñanza de las habilidades emocionales mediante el acompañamiento y apuntalamiento de la persona en el ejercicio y perfeccionamiento de las mismas. Hace 20 años se descubre la inteligencia emocional. Es la habilidad de reconocer las emociones, expresarlas y manejarlas adecuadamente. Se descubre que quienes tienen inteligencia emocional tienen éxito en la vida. Son más prósperos, más felices. Entonces, la Educación Emocional es una sistematización de herramientas para incrementar la inteligencia emocional en las personas.
-¿La Inteligencia emocional se puede enseñar y aprender?
-Este tipo de inteligencia es aprendida. La podés enseñar y darles recursos a los chicos para que manejen sus emociones. Por lo general las personas no pueden controlar sus impulsos y buscan la satisfacción inmediata. Viven en el hoy y no proyectan. En ese caso se enseña la Educación Emocional, que te permite resolver conflictos de todo tipo. Permanentemente, desde que te levantás hasta que te acostás, estás lidiando con emociones. Siempre estamos atravesados por emociones. Cuando sentimos que el mundo se nos viene encima no sabemos cómo decirlo, cómo calcular la dimensión del problema, porque no somos educados para manejar las emociones.
-Tengo entendido que usted tiene un proyecto de ley presentado en la Cámara de Diputados provincial y también en la nacional para que se implemente la Educación emocional en la currícula de las escuelas, ¿qué pasó con eso?
-Sí. En muchos países del primer mundo esto se ha incluido en la currícula educativa. Yo presenté el proyecto a nivel provincial y luego con la Senadora Marina Riofrío, a nivel nacional. Sería para incorporarla como una asignatura más. Tenés dos etapas: una sería darle capacitación a los docentes para que ellos lo apliquen. Y la segunda etapa sería poner la Educación Emocional como una materia más.
-¿En qué estado está el proyecto?
-Ahí está. Me dijeron que vamos a ir de a poco. Tengo la esperanza de que salga. Todas las investigaciones que se han hecho sobre este tema arrojan resultados muy positivos. Esto ya es ley en Chile por ejemplo. Sé que se va a hacer. Quizá mi proyecto sea modificado, pero sé que se va a hacer.
-En los últimos tiempos se ha incrementado la violencia en las escuelas. Yo diría que es una violencia cruzada. Va de padres contra docentes, docentes contra padres, niños contra docente, niños contra niños y así una cadena interminable. ¿Por qué?
-Sí. Hay una pluricausalidad. No es un solo factor. Tenés el bombardeo que hacen en la televisión, donde los medios masivos naturalizan la violencia. Se ve mucha discriminación. Por otro lado las presiones económicas hacen que todo el mundo esté estresado. Otro tema son los espacios con que cuentan los chicos para recrearse, cada vez son más restringidos. A veces viven tres o cuatro familias en una casa porque no se puede acceder a una vivienda. Entonces los chicos no tienen la posibilidad de descargar y eso se transforma en violencia.
-¿Influye el hecho de que ahora trabajen el padre y la madre y no le den al niño el tiempo suficiente?
-Sin duda. No les dan la contención que los chicos necesitan y ellos llaman la atención con comportamientos sintomáticos. Algunos de esos comportamientos son que no andan bien en la escuela, que comen en exceso, que están todo el día en los video juegos o que se muestran agresivos.
-¿La familia también ha cambiado?
-Muchísimo. Para resumirte: ahora tenés el síndrome del emperador. Son niños que tienen mucho poder en el seno familiar. Son pequeños tiranos que ejercen violencia contra los padres. Los padres han perdido poder. Primero, porque los chicos tienen conocimientos de tecnología, entonces ellos les enseñan a los padres. Cuando toda la vida fue al revés. Al tener el saber los niños, tienen el poder. Además, los padres no quieren poner límites por miedo a repetir sus historias personales. Nuestros viejos fueron rígidos en la educación que nos dieron.
-¿Se diluyó totalmente la autoridad de los padres?
-Por miedo al autoritarismo ahora no ejercen la autoridad. Por otra parte, se da que todos quieren ser como los adolescentes. La piel tersa, cuerpo joven. Entonces los adultos se identifican con los jóvenes. Esto genera una pérdida de poder. Esto provocó el desprestigio de los maestros, que ya no tienen el prestigio social que tenían antes. Los garantes de la autoridad de los maestros eran los padres. Cuando el maestro pretende poner un límite, el chico no lo tolera. Llama a los padres, y los padres que no tienen poder, van a pelear por él. Entonces atacan a los maestros. Así se da el divorcio entre familia y escuela. Se da un circulo vicioso donde triangulizan con el niño. La sociedad es muy distinta. Tenemos que dar respuestas a esa problemática.
-¿Cómo se hace para pasar de enunciar las cosas buenas a que directamente se hagan? ¿Llegó la hora de salir del conductismo?
-Esto se logra a través del ejercicio. Hegel decía: “Para aprender a nadar hay que tirarse al agua”. El conductismo ya se terminó. Ahora está el constructivismo, que es más operativo porque el chico descubre el conocimiento. Cuando vos descubrís algo, te da un placer interno que se llama “refuerzo interno”. Técnicamente se llama la “experiencia del ¡ahá!”. Es como cuando uno descubre algo y dice: “¡ahá!”. Al descubrirlo se siente un placer interno que hace que eso nunca se olvide. Es difícil aplicar el constructivismo. Va a hacer falta un cambio paradigmático bastante fuerte. Es el conocimiento de tus recursos, tus habilidades, de los que sos capaz de hacer y de lo que no. En educación emocional no tenés aprobado y desaprobado, porque te estás conociendo a vos mismo y eso no tiene evaluación.
-¿Cree que la educación argentina está en decadencia?
-Sería injusto decir que sí, y sería injusto decir que no. Hay aspectos en los que sí está en decadencia, y hay otros en los que está creciendo mucho. En lo que es tecnología, computadoras, todo eso, está creciendo. Y está decreciendo en el momento en que no se está apoyando a los maestros. A los docentes no se les está dando el recurso para que estén preparados frente a los chicos de hoy. Ahora tenés la intervención que es la de promover a los chicos y que pasen de año.
-¿El impulso a que pasen de año es para que no pierdan la Asignación Universal por Hijo?
-Por las asignaciones, para tener escolarizados a los chicos. La ley dice que no pueden estar desescolarizados. Los chicos, aunque no estudien, los tenés que pasar sí o sí, porque no pueden estar fuera de la escuela.
-¿Y hacerlos repetir como sucedía antes?
-No, ahora hay una movida donde los promueven. No tienen el conocimiento pero los siguen pasando de año. No sé cuál es la ley o el decreto que los promueve. Cuando una persona lee, reflexiona. Si no leés, no reflexionás.
-¿La tecnología avanza más rápido que la educación?
-Hay una frase que dice: “La tecnología va en avión mientras la escuela intenta seguirla a pie”. La tecnología y los medios masivos de comunicación han generado una revolución en la humanidad equiparable a lo que fue la Revolución industrial. Por ejemplo, ahora, desde un celular, accedés a través de Google a más información de la que hay en la Biblioteca Franklin. Ya no es tan importante transmitir conocimientos, lo principal es dinamizar habilidades, recursos y herramientas que den respuestas a los problemas que tienen los chicos. El acento se tiene que poner en habilidades sociales y emocionales.
-¿Cuáles son sus siguientes pasos?, ¿a qué aspirás?
-Yo disfruto plenamente en mi trabajo. Pero mi objetivo para los próximos años es trabajar en la ley. Que se apruebe la ley y lograr la implementación, que es capacitar a los maestros. Ese sería por ahora mi objetivo y mi función en la vida.
-Suponiendo que ahora está leyendo esta nota una chica o un chico que tiene problemas de comunicación con sus padres, ¿qué le aconsejaría?
-Les diría que se acerquen a sus padres con una actitud comprensiva de la situación y que vea las presiones que tienen los adultos también.
-¿Y a los padres qué les diría?
-Lo lógico es decirle a los padres que no le pierdan pisada a sus hijos. Que los controlen, que los miren, que hablen con ellos. Y, sobre todo, que les den satisfacción en las necesidades emocionales. A los chicos hay que darles tiempo. Cachorrear con ellos, hablar, jugar. Hay psicólogos que dicen: “bueno, si no le das tiempo le podés dar calidad en el trato”. Mentira, para darles calidad hay que darles tiempo. Hay que acompañar a los chicos, apoyarlo en lo que les gusta.
-Pero un padre que no le pierde pisada a su hijo puede ser acusado de plomazo, vigilante, esas cosas que dicen ellos, ¿cómo se hace para no caer en eso?
-Cuando yo digo que no hay que perderles pisada, no digo que hay que estar interrogándolos. Eso es lo peor que se puede hacer. Eso hace que los chicos se cierren, se armen en defensa y se bloquean. Tienen que ser muy prudentes en la manera de preguntar. Con los adolescentes no hay que estar juzgando cada cosa. Hay que hablar con ellos con una actitud desprejuiciada. Después que el chico te contó, se puede hacer la parte de la educación. A veces una madre quiere corregir el comportamiento en el momento en que el hijo está hablando, porque le sale desde sus miedos, y el chico se cierra. El tema es saber poner los límites. A mí me va bien trabajando con los padres. Y los maestros que están aplicando la Educación emocional han tenido muy buenos resultados. Lo que no entiendo es por que no se aplica como una política de Estado.
Explica de qué manera se ha perdido la autoridad en las escuelas, en los hogares y en la vida cotidiana. Es autor de dos libros pioneros sobre un tema que el Estado todavía no implementa oficialmente, pero que día a día muestra resultados interesantes. Dice que “cuando sentimos que el mundo se nos viene encima, no sabemos cómo decirlo, cómo calcular la dimensión del problema”. Asegura que eso ocurre “porque no somos educados para manejar las emociones”.
Tiene 31 años. Nació en San Juan. Hizo la primaria en la escuela Pedro Fonseca. La secundaria transcurrió en la Católica de Cuyo, lugar donde luego, en el 2005, se recibió de licenciado en Psicología. Antes de recibirse ya empezó a colaborar en un comedor infantil. Hizo un post grado de Gestalt y otro de Evaluación Psicológica. “Lo que más me gusta es el trabajo clínico con pacientes acá en mi consultorio”, asegura.
Un velador de escritorio, dos butacas y una ventana que da a la calle, hacen del lugar un sitio acogedor. En su consultorio todo luce apacible. Amable y predispuesto al diálogo, es autor de dos libros: “Cómo ayudar a los niños de hoy, Educación emocional” y “Descubriendo mis emociones y habilidades”. Esas dos publicaciones le abrieron las puertas para presentar su trabajo en varias provincias. Ha dado charlas en Mendoza, Córdoba, San Luis, La Pampa, Entre Ríos, Santa Fe, Chaco, Tucumán y Santa Cruz. Cuando esta edición de El Nuevo Diario esté en la calle, Lucas estará en Misiones ofreciendo una conferencia.
-Quizá quien escucha hablar de “Educación emocional” se preguntará ¿qué es eso? ¿Podría darnos una definición simple?
-Es un proceso de enseñanza de las habilidades emocionales mediante el acompañamiento y apuntalamiento de la persona en el ejercicio y perfeccionamiento de las mismas. Hace 20 años se descubre la inteligencia emocional. Es la habilidad de reconocer las emociones, expresarlas y manejarlas adecuadamente. Se descubre que quienes tienen inteligencia emocional tienen éxito en la vida. Son más prósperos, más felices. Entonces, la Educación Emocional es una sistematización de herramientas para incrementar la inteligencia emocional en las personas.
-¿La Inteligencia emocional se puede enseñar y aprender?
-Este tipo de inteligencia es aprendida. La podés enseñar y darles recursos a los chicos para que manejen sus emociones. Por lo general las personas no pueden controlar sus impulsos y buscan la satisfacción inmediata. Viven en el hoy y no proyectan. En ese caso se enseña la Educación Emocional, que te permite resolver conflictos de todo tipo. Permanentemente, desde que te levantás hasta que te acostás, estás lidiando con emociones. Siempre estamos atravesados por emociones. Cuando sentimos que el mundo se nos viene encima no sabemos cómo decirlo, cómo calcular la dimensión del problema, porque no somos educados para manejar las emociones.
-Tengo entendido que usted tiene un proyecto de ley presentado en la Cámara de Diputados provincial y también en la nacional para que se implemente la Educación emocional en la currícula de las escuelas, ¿qué pasó con eso?
-Sí. En muchos países del primer mundo esto se ha incluido en la currícula educativa. Yo presenté el proyecto a nivel provincial y luego con la Senadora Marina Riofrío, a nivel nacional. Sería para incorporarla como una asignatura más. Tenés dos etapas: una sería darle capacitación a los docentes para que ellos lo apliquen. Y la segunda etapa sería poner la Educación Emocional como una materia más.
-¿En qué estado está el proyecto?
-Ahí está. Me dijeron que vamos a ir de a poco. Tengo la esperanza de que salga. Todas las investigaciones que se han hecho sobre este tema arrojan resultados muy positivos. Esto ya es ley en Chile por ejemplo. Sé que se va a hacer. Quizá mi proyecto sea modificado, pero sé que se va a hacer.
-En los últimos tiempos se ha incrementado la violencia en las escuelas. Yo diría que es una violencia cruzada. Va de padres contra docentes, docentes contra padres, niños contra docente, niños contra niños y así una cadena interminable. ¿Por qué?
-Sí. Hay una pluricausalidad. No es un solo factor. Tenés el bombardeo que hacen en la televisión, donde los medios masivos naturalizan la violencia. Se ve mucha discriminación. Por otro lado las presiones económicas hacen que todo el mundo esté estresado. Otro tema son los espacios con que cuentan los chicos para recrearse, cada vez son más restringidos. A veces viven tres o cuatro familias en una casa porque no se puede acceder a una vivienda. Entonces los chicos no tienen la posibilidad de descargar y eso se transforma en violencia.
-¿Influye el hecho de que ahora trabajen el padre y la madre y no le den al niño el tiempo suficiente?
-Sin duda. No les dan la contención que los chicos necesitan y ellos llaman la atención con comportamientos sintomáticos. Algunos de esos comportamientos son que no andan bien en la escuela, que comen en exceso, que están todo el día en los video juegos o que se muestran agresivos.
-¿La familia también ha cambiado?
-Muchísimo. Para resumirte: ahora tenés el síndrome del emperador. Son niños que tienen mucho poder en el seno familiar. Son pequeños tiranos que ejercen violencia contra los padres. Los padres han perdido poder. Primero, porque los chicos tienen conocimientos de tecnología, entonces ellos les enseñan a los padres. Cuando toda la vida fue al revés. Al tener el saber los niños, tienen el poder. Además, los padres no quieren poner límites por miedo a repetir sus historias personales. Nuestros viejos fueron rígidos en la educación que nos dieron.
-¿Se diluyó totalmente la autoridad de los padres?
-Por miedo al autoritarismo ahora no ejercen la autoridad. Por otra parte, se da que todos quieren ser como los adolescentes. La piel tersa, cuerpo joven. Entonces los adultos se identifican con los jóvenes. Esto genera una pérdida de poder. Esto provocó el desprestigio de los maestros, que ya no tienen el prestigio social que tenían antes. Los garantes de la autoridad de los maestros eran los padres. Cuando el maestro pretende poner un límite, el chico no lo tolera. Llama a los padres, y los padres que no tienen poder, van a pelear por él. Entonces atacan a los maestros. Así se da el divorcio entre familia y escuela. Se da un circulo vicioso donde triangulizan con el niño. La sociedad es muy distinta. Tenemos que dar respuestas a esa problemática.
-¿Cómo se hace para pasar de enunciar las cosas buenas a que directamente se hagan? ¿Llegó la hora de salir del conductismo?
-Esto se logra a través del ejercicio. Hegel decía: “Para aprender a nadar hay que tirarse al agua”. El conductismo ya se terminó. Ahora está el constructivismo, que es más operativo porque el chico descubre el conocimiento. Cuando vos descubrís algo, te da un placer interno que se llama “refuerzo interno”. Técnicamente se llama la “experiencia del ¡ahá!”. Es como cuando uno descubre algo y dice: “¡ahá!”. Al descubrirlo se siente un placer interno que hace que eso nunca se olvide. Es difícil aplicar el constructivismo. Va a hacer falta un cambio paradigmático bastante fuerte. Es el conocimiento de tus recursos, tus habilidades, de los que sos capaz de hacer y de lo que no. En educación emocional no tenés aprobado y desaprobado, porque te estás conociendo a vos mismo y eso no tiene evaluación.
-¿Cree que la educación argentina está en decadencia?
-Sería injusto decir que sí, y sería injusto decir que no. Hay aspectos en los que sí está en decadencia, y hay otros en los que está creciendo mucho. En lo que es tecnología, computadoras, todo eso, está creciendo. Y está decreciendo en el momento en que no se está apoyando a los maestros. A los docentes no se les está dando el recurso para que estén preparados frente a los chicos de hoy. Ahora tenés la intervención que es la de promover a los chicos y que pasen de año.
-¿El impulso a que pasen de año es para que no pierdan la Asignación Universal por Hijo?
-Por las asignaciones, para tener escolarizados a los chicos. La ley dice que no pueden estar desescolarizados. Los chicos, aunque no estudien, los tenés que pasar sí o sí, porque no pueden estar fuera de la escuela.
-¿Y hacerlos repetir como sucedía antes?
-No, ahora hay una movida donde los promueven. No tienen el conocimiento pero los siguen pasando de año. No sé cuál es la ley o el decreto que los promueve. Cuando una persona lee, reflexiona. Si no leés, no reflexionás.
-¿La tecnología avanza más rápido que la educación?
-Hay una frase que dice: “La tecnología va en avión mientras la escuela intenta seguirla a pie”. La tecnología y los medios masivos de comunicación han generado una revolución en la humanidad equiparable a lo que fue la Revolución industrial. Por ejemplo, ahora, desde un celular, accedés a través de Google a más información de la que hay en la Biblioteca Franklin. Ya no es tan importante transmitir conocimientos, lo principal es dinamizar habilidades, recursos y herramientas que den respuestas a los problemas que tienen los chicos. El acento se tiene que poner en habilidades sociales y emocionales.
-¿Cuáles son sus siguientes pasos?, ¿a qué aspirás?
-Yo disfruto plenamente en mi trabajo. Pero mi objetivo para los próximos años es trabajar en la ley. Que se apruebe la ley y lograr la implementación, que es capacitar a los maestros. Ese sería por ahora mi objetivo y mi función en la vida.
-Suponiendo que ahora está leyendo esta nota una chica o un chico que tiene problemas de comunicación con sus padres, ¿qué le aconsejaría?
-Les diría que se acerquen a sus padres con una actitud comprensiva de la situación y que vea las presiones que tienen los adultos también.
-¿Y a los padres qué les diría?
-Lo lógico es decirle a los padres que no le pierdan pisada a sus hijos. Que los controlen, que los miren, que hablen con ellos. Y, sobre todo, que les den satisfacción en las necesidades emocionales. A los chicos hay que darles tiempo. Cachorrear con ellos, hablar, jugar. Hay psicólogos que dicen: “bueno, si no le das tiempo le podés dar calidad en el trato”. Mentira, para darles calidad hay que darles tiempo. Hay que acompañar a los chicos, apoyarlo en lo que les gusta.
-Pero un padre que no le pierde pisada a su hijo puede ser acusado de plomazo, vigilante, esas cosas que dicen ellos, ¿cómo se hace para no caer en eso?
-Cuando yo digo que no hay que perderles pisada, no digo que hay que estar interrogándolos. Eso es lo peor que se puede hacer. Eso hace que los chicos se cierren, se armen en defensa y se bloquean. Tienen que ser muy prudentes en la manera de preguntar. Con los adolescentes no hay que estar juzgando cada cosa. Hay que hablar con ellos con una actitud desprejuiciada. Después que el chico te contó, se puede hacer la parte de la educación. A veces una madre quiere corregir el comportamiento en el momento en que el hijo está hablando, porque le sale desde sus miedos, y el chico se cierra. El tema es saber poner los límites. A mí me va bien trabajando con los padres. Y los maestros que están aplicando la Educación emocional han tenido muy buenos resultados. Lo que no entiendo es por que no se aplica como una política de Estado.
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