Los niños, apenas abren los
ojos en este mundo, lo exploran, lo olfatean, lo muerden, lo tocan, de este modo se van compenetrando de lo que
los rodea, observan, sienten, miran, escuchan, patalean, bailan, y poco a poco
se apropian cada vez más y más de las de
las palabras y los gestos.
Desde
sus primeros años, se van
sumergiendo en un universo atravesado por la comunicación en el que involucran
su cuerpo, su mente, , sus
sentidos, los lenguajes, se deslizan a
través de la palabra y el movimiento
hacia el arte y la literatura.
Pero cabe preguntarse: ¿Esa posibilidad de transitar en libertad
está abierta para todos? ¿No habremos pasado de la indiferencia medieval sobre
la infancia hacia una suerte de asfixia,
de querer controlarlo todo?
Es curioso pero los adultos, desde nuestro lugar de poder, nos sentimos con total derecho a intervenir
sobre la infancia, y en ese acto de
soberbia perdemos de vista que la infancia es el OTRO. Lo grave es que si no
tomamos conciencia de esto terminaremos
reduciendo al niño a nuestra norma, a nuestra mirada, ya no nos importa
lo que necesita o lo que desea. En este punto nos parece oportuno citar a Jorge
Larrosa:
"... no se trata de que, como
adultos, como personas que ya estamos en el mundo, que ya sabemos cómo es el
mundo y hacia dónde va o hacía dónde debería ir, que ya tenemos ciertos
proyectos para el mundo, convirtamos la infancia en la materia prima para la realización
de nuestros proyectos sobre el mundo, de nuestras previsiones, nuestros deseos
o nuestras expectativas sobre el futuro. Por ejemplo, una determinada idea de
la vida humana, de la convivencia humana o del progreso humano que la
educación, a partir de la infancia, debería tratar de realizar." [1]
En otras palabras: los niños no son
arcilla… que vamos a modelar a nuestro antojo, es importante que esta idea se
haga carne en nosotros. ¿Difícil? Y, sí...que tire la piedra quien esté libre
de esa idea. Hay que empezar a cambiar la mirada. .
¿Qué podemos decir de literatura e
infancia?
En los primeros tiempos, cuando los
niños recién empezaron a ser considerados como tales, la literatura no era otra
cosa que una sierva de la pedagogía. El
niño era un escolar, medido según
criterios escolares, sustentados
en la conducta disciplinada, en su
capacidad para ajustarse al
modelo escolar. Al calor de las revoluciones de tinte democrático y de la
industrialización, ya iniciado el siglo XVIII aparecen las primeras escuelas
populares. Desde ya, esos niños, 'los hijos del pueblo' van a recibir una
educación funcional para servir a las clases dominantes: deberán ser dóciles,
obedientes, muy trabajadores, ahorrativos y para trasmitirles todas esas
virtudes estará siempre atenta la literatura. Claro que aquí podemos marcar una
gran contradicción porque si la literatura es arte, nunca podrá ser servil ni
obediente, el arte nunca fue algo que tranquilice sino más bien que inquieta,
nos desordena las ideas y nos provoca una luz extraña en la mirada, nos hace
libres y deliciosamente alborotados. Lo cierto es que literatura para
niños y la didáctica fueron varios
siglos de la mano.
Convengamos que recién, después de
pensadores como Freud y Piaget las cosas
van a cambiar de rumbo, o al menos aparece un paradigma distinto
Desde
luego fue necesario que el psicoanálisis
demostrara que no todo está bajo control, que se ocupara de los sueños, que se
reivindicara la fantasía.
Sin embargo pensemos, sin ir más lejos, durante la época de
la dictadura en nuestro país –siglo XX –se combatían los cuentos de hadas y decreto
mediante se ponía en tela de juicio la literatura de algunos brillantes autores
como por ejemplo Laura Devetach o Elsa Bornemann
"… se trata de cuentos destinados al
público infantil, con una finalidad de adoctrinamiento que resulta preparatoria
a la tarea de captación ideológica del accionar subversivo (...)
De
su análisis surge una posición que agravia a la moral, a la Iglesia, a la
familia, al ser humano y a la sociedad que éste compone."
No obstante, a pesar de la censura y la
represión muchos padres y docentes estábamos en la “resistencia” y contra
viento y marea seguíamos dando a leer a autores como María Elena Walsh, Laura
Devetach o Elsa Bornemann
Por fortuna,
a partir de la reinstauración de la democracia y al fin de esa etapa de oscurantismo, y represión intelectual, surge un grupo de, editores, bibliotecarios,
docentes, y nuevos autores, quienes dieron lugar a un importante cambio en la
producción y difusión de libros para los más pequeños.
Sin
embargo hay que estar muy atentos porque la literatura destinada a los niños,
aún hoy – en pleno siglo XXI, puede ser sometida y obligada a domesticar… Tal
como lo expresa Marcela Carranza en su artículo
La literatura al servicio de los valores, o cómo conjurar
el peligro de la literatura[2] “Más que "restos" de una
moral vigente, existe toda una producción pensada a priori con el fin de
enseñar al niño o al joven a entender el mundo y a sí mismo desde un ideal
oficial en una sociedad "democrática". Libros creados para enseñar a
ser tolerantes, a no discriminar, a resolver los conflictos dialogando, a
cuidar el medio ambiente, a vivir en paz... Libros que se ocupan de problemáticas
sociales como el sida, la pobreza, la delincuencia, la anorexia… Libros a la
carta, hechos a medida, listos para cualquier necesidad didáctica de
transmisión de "contenidos transversales" a los niños-alumnos. Y
también, y sobre todo, un modo de lectura, un tutelaje pedagógico moralizante
sobre la totalidad de la literatura destinada a los chicos.”
Quede
claro que no estamos atacando los valores, estamos en contra de utilizar un
arte como la Literatura para obligar a otros a ser de determinada manera…
1 comentario:
Me pareció muy interesante lo leído dado que la literatura es un arte que no es necesario que tenga un sentido pedagógico o didáctico.Sino Que lo que uno lea o escoja para leerle a un niño/a despierte sus pensamientos mas que moldearlos.
Alumna :Sol Dominguez -Practicas del lenguaje- Normal 6- Fecha 17/06/2016
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