Los espacios sociales, institucionales, subjetivos son realidades vivientes, vale decir, en transformación, capaces de recrearse y reformularse. Esto significa que tenemos posibilidades de modificar, de cambiar de estrategias y optimizar los resultados. Si las condiciones sociales cambian, habrá que cambiar los modos de relación en las instituciones: buscar nuevas formas del trabajo de la palabra, del encuentro entre sujetos.
De hecho, no podemos soslayar la realidad social y cultural que nos rodea y nos afecta, que rodea y afecta a nuestros jóvenes y sobretodo no podemos olvidar que nosotros estamos FORMANDO PERSONAS, y que esas personas están en su etapa más vulnerable: la niñez, la adolescencia.
Educar significa preparar para la vida, más allá de las competencias específicas de cada espacio curricular. Un buen docente debería estar impregnado de amor y de energía, porque esas son las principales cosas que debe trasmitir, todos sabemos que los conocimientos no se transmiten pero que el entusiasmo, la pasión se contagian.
La violencia es la incapacidad de poner en palabras, de comunicar. Por supuesto que también hay violencia verbal (palabras que destruyen) y esa forma de violencia está instalada no solo en los estudiantes, sería muy hipócrita de nuestra parte si no reconociésemos cuán violentos podemos llegar a ser nosotros como docentes.
Es necesario superar el modelo hegemónico de organización escolar, para lograrlo habrá que otorgarle cada vez más protagonismo a los estudiantes. La participación genera lazos, compromiso, nos transforma.
Apostamos a la PALABRA, por eso, sugerimos trabajar a partir de talleres de lectura y de escritura
Debemos buscar espacios para dar y tomar la PALABRA para expresar emociones, para transformar PALABRAS en HECHOS.
Buena semana para todos queridos colegas...
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