Juan Gelman
Parece que a Enero le gusta devorar a los más tenaces,
aguerridos y deliciosos poetas…así en el 2011 se nos llevó a Maria Elena y
ahora a vos Juan, a vos querido Juan, ejemplo de la lucha y de la
perseverancia, capaz de re inventar el idioma en busca de esas palabras que de
tan dolorosas no existen, no pueden existir. Vos Juan Gelman no morirás jamás y
desde luego siempre serás lo más parecido a las palabras NUNCA MÁS, Juan yo sé
que vivirás para siempre en una eternidad llena de ojos, de uñas, de palabras,
de lucha y de triunfos, sobre todo de triunfos porque nada te doblegó,
solamente tenías una mirada profundamente triste, como todo aquel que lucha,
que enfrenta cada día con el corazón al viento…En este pequeño embrollo de
palabras fútiles te rindo HOMENAJE POETA, amado POETA de los ojos tristones!!!!
Estela Quiroga
Había decidido matar a la derrota y había dejado el compromiso
por escrito: “Te nombraré veces y veces./me acostaré con vos
noche y día./noches y días con vos./me ensuciaré cogiendo con tu sombra./te
mostraré mi rabioso corazón./te pisaré loco de furia./te mataré los
pedacitos./te mataré uno con paco./otro lo mato con rodolfo./con haroldo te
mato un pedacito más./te mataré con mi hijo en la mano./y con el hijo de mi
hijo/muertito./voy a venir con diana y te mataré./voy a venir con jote y te
mataré./te voy a matar/derrota/nunca me faltará un rostro amado para matarte
otra vez.” Así había
prometido, cuando terminaba la década del 70, cuando tantos rostros amados
(Rodolfo Walsh, Paco Urondo, Haroldo Conti) ya estaban bajo tierra, cuando el
hijo ya había sido desaparecido. Así se había parado frente a la muerte Juan
Gelman, que era poeta, que era militante, que usó las palabras como una palanca
para mover las piedras del secreto. Con belleza las usó y eso las hizo
eficaces. O tal vez fuera la eficacia su belleza. Juan Gelman, ese poeta
argentinísimo, porteñísimo, murió ayer a las 16.30 hora de México, donde vivía.
En los papeles dirá que sufría un síndrome mielodisplásico, una forma de
leucemia. Su nieta Macarena, que nació en cautiverio y fue recuperada gracias a
la acción de Gelman y de su primera mujer, Berta Shuberoff, viajaba anoche
desde Uruguay para participar del velorio, que se hará hoy a las 9 en el DF.
Gelman tenía 83 años. Nadie se atreva a hablar de derrota.
Gelman había nacido en Buenos Aires, para ser exactos, en la Villa Crespo judía e
inmigrante.
“Pertenezco a una familia judía de origen ruso. Soy el único
nacido en la Argentina ”,
contó alguna vez. Lo acunaron en ruso, con el hermano recitando versos de
Pushkin. “Han pasado más de sesenta años pero todavía recuerdo algunos, sin
saber el idioma”, contaba en 1996. Los versos y la política se le harían carne
desde chiquito. El padre había estado en la Argentina y volvió a
Rusia atraído por el triunfo de la Revolución , en 1917. Pero “el destierro de
Trotsky marcó para él el fin de la esperanza. El pequeño espacio democrático se
había acabado”.
Se hizo de Atlanta, leyó, creció, estudió en el Nacional Buenos
Aires, entró al Partido Comunista.
A mediados de los ‘50, en el país gobernaba la dictadura de
Aramburu y Gelman fundaba, con Juana Bignozzi, José Luis Mangieri y otros, el
grupo Pan Duro. Querían hacer “poesía en armas”. Querían poesía política,
popular, con aires de tango. Desde ahí salió, en 1956 su primer libro: Violín
y otras cuestiones.
“A través del poeta, porteño, nacional, muy nuestro, se ve al
ciudadano del mundo”, definía Raúl González Tuñón en el prólogo. El libro
empezaba casi con un deseo: “¡Quién pudiera agarrarte por la cola/
magiamanfasmanieblapoesía!
” Un par de años después llegó El juego en que andamos, un libro
con poemas de amor, con versos a Roberto, Antonio, Juan, Esteban, que “ bajo
sus nombres de albañil/ se fueron de la vida ”, con una descripción del juego que
es la vida: “Si me dieran a elegir, yo elegiría/ este amor con
que odio,/esta esperanza que come panes desesperados./Aquí pasa, señores/que me
juego la muerte ”.
En 1962 salió Gotán, un libro clave, un
manifiesto desde el título “al vesre” que arranca con un poema de amor que
sacude hormigones y que arranca “Esa mujer se parecía a la palabra nunca” para
cerrar “Cuando se fue yo tiritaba como un condenado,/con un cuchillo brusco me
maté,/voy a pasar la muerte tendido con su nombre,/el moverá mi boca por la
última vez ”. Y hay
Cuba en ese libro y hay Fidel: “ fidel es un país/yo lo vi con oleajes de rostros en
su rostro” . El, que
se iría al exilio algo más de una década, decía entonces: “Hay
que aprender a resistir./ Ni a irse ni a quedarse, a resistir,/ aunque es
seguro/ que habrá más penas y olvido” .
Mucho después, el mexicano Carlos Monsiváis escribiría que “La
obra de Juan Gelman es un ir y venir entre las atmósferas de todos los días y
la reflexión sobre la escritura poética”. Su amigo Francisco Urondo había dicho
que la poesía de Gelman hacía pensar en alguien que silba lejos. Con el paso
del tiempo y de los libros se fueron definiendo rasgos por los que ese silbido
se reconoce de lejos: hace un fraseo coloquial, puede usar muchos diminutivos,
puede romper la sintaxis y torcerle la conjugación a un verbo hasta hacerlo
regular.
En octubre de 1967 escribió Pensamientos, allí hablaba del Che
Guevara: “El comandante Guevara entró a la muerte/ y allí
andará según se dice” ,
escribía y dejaba clara su ruptura con el PC, que había ocurrido en 1964: “pero/ahora
nomás/el comandante Guevara entró a la muerte/ y allá andará según se dice/
pregunto yo/ ¿quién habrá de aguantarle la mirada?/ ¿ustedes momias del partido
comunista argentino?/ ustedes lo dejaron cae r/ ¿ustedes izquierdistas que sí que no?/ ustedes lo
dejaron caer.
” Para entonces, ya era un militantes de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias, peronistas-guevaristas. Y de ahí pasaría a Montoneros.
Amenazado por la
Triple A , sale del país en 1975 como una especie de embajador
de Montoneros.
Nunca volverá a vivir en el país. Su exilio lo llevó a Roma, a
Madrid, a Managua, a París, a Nueva York y a México. Trabajó como traductor de la Unesco.
En 1976 desaparecieron su hijo y su nuera, lo que marcaría su
vida. Se ha dicho de sobra que no hay palabras para nombrar a quien pierde un
hijo, pero el poeta la buscó: “deshijándote mucho/deshijándome”, escribió en
1980.
En 1982 murió la madre; Gelman estaba exiliado, no podía volver,
no pudo conseguir un pasaporte falso. En 1989 escribiría versos en los surcos
de ese desgarro: “ vos / que contuviste tu muerte tanto tiempo / ¿por
qué no me esperaste un poco más? / ¿temías por mi vida?” En el año 2000 ganó el Premio Juan
Rulfo y en 2007, ese Nobel de las letras en castellano que es el Cervantes.
Cuando se lo dieron mencionó a Marina Tsvetaeva: “La gran poeta rusa aniquilada
por el estalinismo, recordó alguna vez que el poeta no vive para escribir.
Escribe para vivir”, dijo, hablando de sí mismo, claro.
El año pasado le preguntaron cuál era la palabra representaba a
los argentinos. “Boludo”, dijo el poeta, coloquial hasta el fin.
Hay más libros, más poemas, todos con la tristeza amable que
llevaba en los ojos. Lo creman mañana.
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