Por qué
tenemos que trabajar fuertemente en este taller
En la clase del martes hablamos de la
importancia de la alfabetización como proceso de ingreso a la cultura letrada y como un
saber que posibilita continuar aprendiendo hace necesaria la creación de un espacio
específico en la formación docente. Créase o no este espacio NO EXISTÍA antes
del cambio de plan, asi como tampoco existía un seminario de Literatura en el
Nivel.
Alfabetizar
no sólo es abrir las puertas a un nuevo mundo de sentido, sino también generar
las posibilidades para el trabajo intelectual y la reflexión sobre la lengua
misma y sobre otros conocimientos.
Por eso, la
formación docente inicial orientará en primer lugar la reflexión acerca de la
significación social de la alfabetización, y sobre la necesidad de desarrollar
un proceso alfabetizador necesario.
Entender la
alfabetización como un proceso complejo que involucra aspectos
sociales
vinculados con la circulación de la palabra escrita, aspectos culturales
implicados en la valoración de lo escrito, que jerarquizan y otorgan
validación, aspectos semióticos relacionados con los modos de construcción de
sentido y sus modificaciones a partir del uso de diferentes soportes, y
aspectos vinculados con la lengua y con la relación entre conciencia gráfica y
fonológica, hace necesaria la presencia de una unidad curricular destinado
específicamente a la alfabetización, donde se recuperen saberes desarrollados
en espacios anteriores
(P. del Lenguaje 1 y 2) para vincularlos con los procesos de lectura y
escritura.
En la etapa
de alfabetización inicial se construye el conocimiento de la lengua escrita y de
los sistemas paratextual, textual y alfabético, y comienza a desarrollarse la reflexión
metalingüística y metacognitiva, a la vez que se inicia la formación como lectores
y escritores.
Es
fundamental que se atienda especialmente el proceso de alfabetización en
relación con
la diversidad lingüística, de modo que los orígenes culturales de los niños y niñas
no signifiquen un obstáculo en el aprendizaje. Para esto es necesario
comprender en profundidad las diferencias entre lengua oral y lengua escrita y
sus relaciones. Las variedades lingüísticas entendidas como déficit derivan en
situaciones de fracaso y marginación escolar. Una escuela que entienda la
diversidad como un factor natural y como situación frecuente debe asegurar la
alfabetización para todos, sin entender las variedades lingüísticas ni los
problemas propios de la oralidad como un impedimento para enseñar. En este
sentido, la alfabetización debe tomar como punto de partida el conocimiento de
la lengua de los niños y niñas que se alfabetizan. Mientras la lengua oral se
mejora en el aula, es posible aprender a leer y escribir.
Un aspecto a
destacar es que la alfabetización se centra no sólo en la dimensión textual,
sino también en la discursiva: en las relaciones que los discursos establecen
en la sociedad, cómo circulan, se construyen, se validan. Por eso, las
actividades destinadas a la alfabetización implican situaciones de lectura y
escritura reales, con objetivos que trasciendan el quehacer áulico.
Asimismo, es
necesario destacar el carácter transversal de la alfabetización,dado que la
lectura y la escritura, así como el conocimiento del sistema lingüístico son necesarios
para apropiarse de otros conocimientos. Esta perspectiva requiere modos de trabajo
articulado, de modo que el proceso de alfabetización incorpore el trabajo con diferentes
textos disciplinares, en diferentes contextos y con distintos objetivos.
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